FEMINISMO O BARBARIE
Sonia Vivas dijo en una entrevista que el feminismo es
una playa a la que llegamos muchas mujeres tras un naufragio, llenas de algas y
agarradas a un tablón para salvar la vida. Esa playa está ya llena de mujeres
que llegaron antes en condiciones iguales, mejores, o peores a las nuestras.
Allí nos encontramos todas, nos reconocemos y nos damos el abrazo sororo que
nos hace fuertes a todas juntas.
Coincido con Vivas. Para mi el feminismo es un lugar de
encuentro, un espacio grande en el que dialogamos unas con otras para cambiar
una realidad opresiva que nos afecta a todas de un modo u otro, una realidad
opresiva que se llama patriarcado y que nos construye, y nos agrede, desde la
más tierna infancia.
El patriarcado es el sistema, no cualquier
sistema, sino el sistema, del que emana todo. Da igual el sistema
económico, religioso o social, da igual el lugar del mundo en el que habitemos,
el patriarcado es el sistema cultural y “educativo” en el que todas y todos nos
socializamos. Un sistema que asigna roles, formas de conducta a las mujeres y a
los hombres desde su nacimiento, un sistema que formaliza una realidad
compartida y extendida, que asegura una situación de privilegio para los
hombres, y por tanto de dominio de estos, sobre más de la mitad de la población
del planeta que somos las mujeres.
El patriarcado se construye cultural y educativamente
desde el propio lenguaje, con palabras que nombran y asignan, con frases que
elaboran conductas. Con fórmulas que resaltan un género sobre el otro, de tal
manera que lo “normal” es nombrar en masculino, dejando el femenino oculto,
borrando a las mujeres de las acciones de la cotidianidad.
El patriarcado se construye ocultando para la historia la
acción de las mujeres, y su valor en la aportación de conocimiento, arte,
literatura, ciencia o luchas en la consecución de revoluciones o hitos
históricos. Las dos revoluciones sociales más grandes que ha vivido la historia
de la humanidad, la francesa y la rusa, la iniciaron y protagonizaron las
mujeres como colectivo social que propicia el cambio con su hartazgo y siempre
se oculta su participación bajo “nombres” y “protagonistas” masculinos.
Por eso las mujeres estamos obligadas a contar nuestro
propio relato y a analizar la posición que ocupamos en la sociedad para cambiar
el paradigma. Es muy importante comprender esta realidad, identificar a la
perfección aquello que nos acogota y nos subyuga, para poder entender la
importancia de la revolución total, del cambio radical, que significa construir
una sociedad feminista.
El patriarcado ha perfeccionado sus herramientas de
dominio a lo largo de los siglos. En la fase evolutiva actual en la que nos
encontramos, el patriarcado tiene en la herramienta del capitalismo su mejor
arma, un arma tan desarrollada y tan brutal que puede alcanzar un éxito tan
elevado que termine con la vida en este planeta. Se tragará a la Gran Madre si
no lo frenamos.
El patriarcado es jerárquico, privativo, individual, se
basa en el yo, por eso ha abrazado el capitalismo como herramienta, se retroalimentan.
El capitalismo en su forma actual ha inoculado en las sociedades el virus del
individualismo, queriendo extirpar lo colectivo o cualquier tipo de organización
social. Y aquí es donde choca de forma frontal con nosotras, las mujeres. Aquí
es donde hemos empezado muchas a tirarnos a nado para llegar a esa playa sorora
llena de hermanas, que es el feminismo.
Nosotras queremos construir una sociedad inclusiva, de
reparto, una sociedad que ponga lo colectivo en el centro, la vida en el
centro, por encima de lo individual, en donde las personas, los animales, las
plantas, cualquier brizna de vida en esta tierra no sean objeto de venta, lucro
o de especulación. Porque es aquí donde ha llegado este patriarcado
capitalista, a considerar objeto de lucho, venta o especulación cualquier pequeño
hilo de vida sobre esta tierra. Y eso nos afecta de lleno a las mujeres, va
contra nuestra propia vida, igual que va contra la vida en el Planeta.
El patriarcado y el capitalismo explotan hombres y
mujeres, explotan la vida y oprimen a ambos. Basado en la desigualdad de género
las mujeres sufren un extra de explotación en favor del servicio a los hombres
y al total de la sociedad, que no computa, a través de roles laborales y
sociales asumidos por ambos géneros. Las mujeres pagan incluso con sus propios
cuerpos y la generación de la vida entendidos como mercancías, generando
recortes de derechos en ellas y privilegios en ellos con el fin de garantizar
la continuidad del “sistema”.
Las mujeres somos el peldaño más bajo de las relaciones
de poder y por tanto también ocupamos un estrato inferior en la escala del
reparto económico. Somos mano de obra baratísima, somos objetos sobre los que
especular, se nos saca rendimiento económico hasta cuando somos ancianas,
porque durante toda nuestra existencia, y en cualquier sociedad, mantenemos el
estado de los cuidados hasta el fin de nuestras vidas, ahorrando al patriarcado
capitalista ese salario de los cuidados por el que nunca somos retribuidas, ni
atendidas.
De esta desventaja vital -aprendida y normalizada- que
significa el patriarcado, derivan todas las violencias que sufrimos. Como
partimos de una base de infravaloración social, tenemos muchas más
posibilidades de naufragio que los hombres.
En la mansión del patriarcado somos objetos, somos cosas,
según sus parámetros estamos ahí para satisfacer deseos, queramos o no, seamos
conscientes o no. El patriarcado expresa su poder con violencia y se defiende
con violencia sobre los cuerpos de la mujeres. En tiempos de guerra, los
cuerpos se la mujeres forman parte del campo de batalla, de tal manera que las
violaciones, castraciones, mutilaciones y asesinatos de mujeres y niñas forman
parte del curso “real” de los acontecimientos. En tiempos de paz los cuerpos de
las mujeres forman parte del comercio y de las cuentas de resultados. Ejércitos
de mujeres y niñas son prostituidas y trasladadas de un lugar a otro del
planeta para satisfacer los deseos inmediatos de los varones que puedan
pagarlo. Ejércitos de mujeres y niñas pobres de los países pobres son usadas
como meros úteros fértiles para conseguir bebés para el comercio para
satisfacer los deseos de las familias ricas de los países ricos. Ejércitos de
mujeres y niñas son tratadas como mano de obra baratísimas en miles de plantas
textiles cobrando un dólar diario en Asia y América latina tal como sucedía
hace ya más de un siglo, y cuando salen de sus empleos les queda la tarea del
trabajo doméstico. Ejércitos de mujeres trabajan en el primer mundo en la
economía de los servicios con salarios de pobreza y en sus casas diariamente
totalmente gratis.
Insisto en este punto porque es una diferencia muy clara
con la parte masculina de la sociedad. Ellos son explotados en sus trabajos,
sí, ninguneados, sí, presos de salarios de pobreza también, porque el
patriarcado capitalista es jerárquico, competitivo e individualista, y quiere
terminar con los derechos de todos, y a ellos eso les oprime también; pero
cuando por fin salen de sus empleos y llegan a sus casas, lo normal es que se
conviertan en explotadores, conscientes o no, de sus parejas, hijas, madres o
hermanas. La desigualdad, la desvalorización y la violencia están servidas.
Luchamos para cambiar estas realidades.
Cuando por fin llegamos a la playa del feminismo nos
ponemos de pie y miramos erguidas el mundo que nos rodea. Todas juntas nos
hacemos fuertes unas a otras. Somos algo más de la mitad de la población del
planeta. Algunas dicen que nos encontramos en la cuarta ola del feminismo, una
ola gigante, que tenemos que conseguir convertir en un tsunami que termine con
el patriarcado. Esta vez no podemos fallar. Feminismo o barbarie, no hay más
tiempo. La tierra nos espera hermanas, o cambiamos esto o sucumbimos con la
Gran Madre.
Carmen Barrios Corredera, escritora. Candidata al Senado
por Madrid por Unidas Podemos.
*Agradezco las aportaciones de Elena Sevillano y Raquel
Carrasco, así como las enseñanzas de Sonia Vivas, para que este artículo tenga
una mejor comprensión. ¡Gracias hermanas!
Este artículo también ha sido publicado en la web Asamblea Digital.
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