sábado, 21 de diciembre de 2013

La importancia de la recuperación de la memoria



La grieta


El relato que va a continuación habla de la importancia de la recuperación de la memoria histórica. Los españoles como país tenemos una deuda enorme con todos los represaliados y asesinados de la guerra civil española y del franquismo, porque fueron masacrados por reclamar la democracia y la justicia social. Las instituciones de la democracia todavía no han reconocido lo que pasó, ni se ha honrado a todos los desaparecidos en las cunetas y a los encarcelados de la posguerra y del franquismo como se debería haber hecho en una democracia. La derecha española domina todavía determinados resortes relacionados con la Justicia -y con las estructuras de la economía- que parecen inamovibles, y los crímenes del franquismo están teniendo que ser juzgados desde  Argentina. 

La fotografía que acompaña el relato es la imagen de un muro crudo tomada en la calle. Me llamó la atención esa enorme grieta, que parece una herida que todavía sangra, una herida profunda en las entrañas de una ciudad como Madrid, que tanto sufrió los embates de los franquistas. Lo peor es que aun hoy los seguimos sufriendo. El fascismo es una losa que todavía nos lastra y las heridas siguen sangrando como la de este muro.
Esta imagen es una auténtica metáfora visual por sí sola, acompañando el relato se apoyan de nuevo la imagen en la palabra y viceversa.

Tanto el relato como la fotografía han sido publicados también en la web de información www.nuevatribuna.es, en la sección de cultura.

La habitación del olvido

143.353 nombres innombrables han permanecido ocultos en el enorme archivo de la habitación del olvido, fueron relegados allí para borrar cualquier rastro de su existencia. Son nombres de personas reales que sonreían, besaban, se rascaban la cabeza, comían lentejas o pan con tomate, trabajaban o charlaban con sus vecinos si les apetecía, protestaban ante las injusticias o asistían a la taberna a jugar una partida de dominó, nombres de personas normales que desparecieron sin más.

Alguien con un plan de odio desmedido, ocupando su cabeza, decidió que había que arrancar hasta la última raíz de disidencia y consiguió los aliados necesarios para separarlos de este mundo y hacerlos desaparecer. Los 143.353 nombres innombrables fueron borrados uno a uno de la faz de la historia durante un puñado de días terribles de venganza y de vergüenza. Un puñado de días de sangre, de fuego, de barro y de infamia, que atronó los campos con estallidos de fusiles y preñó de temor la tierra de las cunetas, pero nunca, nunca han podido ser borrados de la memoria de aquellos que los amaron. Han permanecido intactos en el recuerdo de sus hijos y hoy son evocados por los hijos de sus hijos.

Sus nombres, sus caras, sus acciones, sus rasgos y su risa han pasado calladamente, dibujados con gestos casi inapreciables, de memoria en memoria, una generación tras otra. Igual que el testigo pasa de mano en mano en una carrera olímpica hasta llegar a la meta gracias a un código compartido, la memoria de los desaparecidos ha llegado hasta nosotros, saltando sin pértiga por encima de los obstáculos del tiempo.

Tampoco sus verdugos han olvidado lo que hicieron. Sucede lo mismo cuando se escribe una frase con un lapicero sobre un trozo de papel y se borra con una goma, deja de existir, desaparece físicamente, pero permanece en la memoria del que la ha escrito. Sus actos infames han permanecido grabados en su memoria y también en la de sus descendientes.

Durante una multitud de años, pesados como miles de yunques a lomos del presente histórico, intentaron hacer desaparecer sus cuerpos y sus nombres, ocultándolos bajo candados de miedo y de silencio, que aseguraban la puerta del enorme archivo de la habitación del olvido.

Pero la memoria es obstinada y del mismo modo que los colores del arco iris unen un lado del valle con el otro, formando una puerta abierta al infinito tras la tormenta, o el humo de una hoguera asciende en el aire hasta fundirse con las nubes, las manos de los que recuerdan han empuñado el testigo hasta levantar la cancela de la habitación del olvido y poco a poco han ido rescatando todos los nombres.

Sus verdugos y sus descendientes siguen negando con la cabeza la posibilidad de restituir el derecho a la memoria. Pero cuando cae la noche, la melodía de tantos actos viles se escapa de sus cabezas y envuelve sus almohadas con los acordes de una nana negra como la pólvora de las balas desnudas, enfangando su descanso hasta el alba. 

Aun así, vuelven a levantarse cada día con un “no” muy duro escrito en sus caras.
143.353 nombres de hombres y mujeres están siendo nombrados uno por uno, para restituir sus vidas y su existencia cierta. En todos los rincones se gritan sus nombres, se rebuscan sus rostros entre los papeles de la historia y se rescatan sus recuerdos y sus cuerpos del fondo de la tierra. 

El enorme archivo de la habitación del olvido está abierto, los hijos de los hijos de los asesinados iluminan los nombres de sus seres queridos con una lamparita de esperanza, que permite leer en alto todos sus datos.

Ahora queda reparar una deuda grande con la historia y colocar a cada uno en el lugar que le corresponde.

Carmen Barrios

domingo, 1 de diciembre de 2013

La degradación del trabajo



El trabajo se está devaluando en Europa rápidamente. Derechos que han costado conseguir años y años de luchas obreras, se están perdiendo con celeridad en una Europa que pretende competir en la economía global degradando el empleo, precarizando los contratos y abaratando salarios y despidos.

El cuento que pego a continuación es un relato sobre condiciones de trabajo brutales y sobre todo lo que hemos perdido, lo que hemos retrocedido en derechos laborales y bienestar de vida. Está siendo tan brutal el retroceso, tan rápido y tan bien montado mediáticamente, que están consiguiendo que lo que teníamos parezca una utopía inalcanzable. Pretenden conseguir que abandonemos y que desterremos la palabra utopía de nuestro imaginario.

Tengo que decir, que este relato es una ficción completamente real. Es más, se me ocurrió tras leer un artículo de denuncia aparecido en Le Monde Diplomatique de noviembre de 2013 sobre cómo se trabaja en cierta fábrica -perteneciente a una multinacional estadounidense de la venta on-line muy conocida- instalada en el norte de Alemania, en ese país que publicita el "éxito" de su economía y a menudo se obvia la degradación que también está sufriendo allí el empleo también. 

La fotografía que acompaña el relato la realicé hace un par de años en la calle de la Cabeza de Madrid. Un grupo de artistas urbanos crearon este cartel tan sugerente, en el que se ve al gran Hitchcock portando una leyenda bien elocuente.

Tanto el cuento como la fotografía han sido publicados también en le web de información www.nuevatribuna.es en la sección de cultura.


“EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES”


La imagen de un Unicornio Azul ha aparecido pegada en algunas columnas de la fábrica, o pendiendo de los estantes donde se colocan miles de productos preparados para la venta. Este hecho, supone el inicio de un desafío de protesta que traspasa los límites de lo imaginable, dentro de la gran fábrica de la Comarca del Norte. Un edificio enorme de ocho plantas con forma de paralelepípedo, en cuya puerta de entrada puede leerse sobre el dintel un eslogan que dice: “El trabajo os hará libres”. La poderosa fábrica ocupa una extensión equivalente a trece campos de fútbol, donde acuden a trabajar diariamente miles de personas divididas en las categorías de “recepcionadores”, “almacenadores” y “recolectores”.



La imagen del Unicornio Azul va acompañada de la letra de una antigua canción, que dice así: “Mi unicornio azul ayer se me perdió/ pastando lo dejé y desapareció./ Mi unicornio azul/ ayer se me perdió,/
no sé si se me fue,/
no sé si extravió,/
y yo no tengo más/
que un unicornio azul,/
si alguien sabe de él,
/le ruego información…”. Una canción prohibida por el dueño de la compañía, el todopoderoso Kliver Dolan, más conocido como Kliv “Amazonia”, y que está considerado el Emperador de la venta on-line.



Kliv “Amazonia” tiene la costumbre de comenzar la gran campaña de la Fiesta de las Ventas de Navidad con un discurso sobre las bondades del trabajo duro, y sobre la extensa y afortunada familia que forman todos los empleados de la fábrica, de quienes él se considera un abnegado padre y benefactor. Cada año, el discurso es transmitido por la megafonía de la fábrica, mientras los empleados trabajan a destajo sin perder un segundo. Cuando finaliza, se emite música heavy metal muy estridente, que se repite durante cada jornada del periodo navideño, enloqueciendo a los empleados, que se comportan como cobayas adiestradas en un experimento de laboratorio. Los expertos del departamento de investigación aseguran que esta música imprime un ritmo más acelerado al trabajo e impide la comunicación entre los empleados, de manera que se puede llegar a doblar la producción durante el periodo de la gran Fiesta de las Ventas.

Además, en las instalaciones de la super fábrica de la Comarca del Norte no hay calefacción durante el invierno, porque así los empleados se mueven con mayor celeridad. Los expertos del departamento de investigación han calculado que se logra la máxima productividad cuando cada individuo del batallón de “recolectores” alcanza a recorrer, durante su turno de trabajo, 25 kilómetros por los pasillos, moviéndose a toda mecha y sin descanso de un estante a otro.

La Campaña de Navidad comienza precisamente hoy. Los encargados de la fábrica -que se distinguen por su uniforme negro marcial, acompañado de un silbato dorado y relucientes botas altas de cuero con el símbolo de la compañía impreso en la hebilla- están muy nerviosos y se afanan en quitar lo más deprisa posible las imágenes del Unicornio Azul de las columnas y de los estantes, para intentar que la mayoría de los trabajadores no llegue a enterarse de que el grupo del Unicornio ha iniciado una protesta, y se pueda emitir el discurso navideño de Kliv “Amazonia”, con la solemnidad que necesitan los actos que dan inicio a la gran Fiesta de las Ventas. Pero todo parece indicar que han llegado tarde.

Los expertos del departamento de investigación habían ideado un sistema que estaba funcionando muy bien hasta la fecha. Un empleado raso pasaba a formar parte del grupo de encargados, aumentando considerablemente su salario, cuando denunciaba a otro compañero, por hurto, deslealtad o falta de profesionalidad. De esta manera se conseguía que todos se sintieran vigilados entre sí y que cada empleado se dedicara única y exclusivamente a trabajar sin descanso, y sin comunicarse con nadie, que es lo que se tiene que hacer para no perder el puesto de trabajo y ser expulsado de los límites de la productiva Comarca del Norte.

Pero algo se rompió, algo cambió. El sistema dejó de funcionar hace un año, el día en que una de las “recolectoras” de la segunda planta se sintió mal, pidió ayuda reiterada porque tenía intensas palpitaciones en el pecho y nadie la escuchó. Murió de un infarto en medio del pasillo sin ser atendida y sin que ninguna persona le prestara ayuda por miedo a ser despedida. La mujer, que era de las más antiguas de la plantilla, acababa de cumplir cuarenta y cinco años y había sido denunciada, acusada de lentitud en el trabajo, un par de días antes, por un compañero de la división de los “almacenadores”, que rápidamente pasó a formar parte del cuerpo de encargados.

A la mañana siguiente de su muerte, amaneció un día de fractura en la gran fábrica de la Comarca del Norte. Ese día, el símbolo del Unicornio Azul apareció por primera vez pintado en el muro de la fachada Este a un lado y a otro de la puerta de entrada. A partir de este momento, el grupo del Unicornio Azul no ha dejado de actuar, y sus acciones han ido proporcionando esperanza a los trabajadores de la Compañía. Los empleados, antes muy dóciles, fueron cambiando de actitud. Algunos incluso comenzaron a atreverse a tararear la música de la canción prohibida cuando se acercaba algún encargado, y lo más extraño es que nadie más volvió a ser denunciado por deslealtad, ni por falta de profesionalidad, por ninguno de sus compañeros. Fue imposible saber quién había pintado el Unicornio Azul en la fachada Este de la fábrica, y una extraña tela de solidaridad se fue tejiendo poco a poco como un manto caliente, que actúa como escudo protector ante el despotismo de los encargados.

Hoy, el día del inicio de la gran Fiesta de las Ventas Navideñas, el símbolo del Unicornio Azul ha conseguido traspasar las fronteras de la puerta de entrada y muchos han podido contemplarlo en las columnas y pendiendo de los estantes, antes de que los encargados lo pudieran arrancar. La gran legión de almacenadores, recepcionadores y recolectores están preparados en sus puestos, todos tienen una extraña expresión en sus rostros. Por primera vez, parecen contentos. Cuando da comienzo el discurso de Kliv “Amazonia” cada empleado alza la voz en un grito sordo y acompasado. Cantan hasta desgañitarse la canción del Unicornio Azul, ahogando las palabras del discurso del Emperador de la venta on-line en un océano de versos, que reclaman la posibilidad cierta de recuperar la utopía con las manos. Los empleados abandonan sus puestos de trabajo mientras cantan “Mi unicornio azul ayer se me perdió/ pastando lo dejé….
”. 

Fuera de la fábrica todavía no ha despuntado el Sol, que se adivina muy tibio, pero ahí está, preparado en su lugar de astro imponente, listo para salir, aunque se obstinen en sujetarlo por los tobillos las brumas del frío invierno incipiente.
Carmen Barrios
    

sábado, 26 de octubre de 2013

Cuento surrealista

La puerta de la selva


























Hoy pego un cuento un poco surrealista, en el que lo posible y la vida cotidiana se enredan con la fantasía aumentada, para componer un relato sobre un tipo de seres que vampirizan lo que tienen a su alrededor, colonizando poco a poco espacios y personas hasta conseguir que todo gire en torno a sus intereses.

La fotografía que lo acompaña también juega a la dualidad, no se sabe dónde se encuentra el horror de verdad, si entrando en la negritud a la que se accede tras la puerta azul o en el exterior del muro. 


Realicé esta fotografía en una zona industrial abandonada del barrio de Queens, en Nueva York. Paseé por allí una mañana de diario y tuve la sensación de que mil ojos me observaban, aunque yo solo viera extraordinarias paredes pintadas y algún que otro gato negro reposando en el suelo. 


Tanto el cuento como la fotografía también han sido publicados en la web de información: www.nuevatribuna.es en la sección de cultura. 

Va el relato:



LA ENREDADERA

Piter apareció en casa de ella una tarde de finales de octubre. Llegó sin ser invitado y de forma casual, era el amigo de un amigo que pasaba por allí acompañando a alguien. Tenía aspecto de alma errante, muy delgado y frágil, como una figura de Giacometti que camina por el mundo con lo puesto: una gabardina crema, larga como un día sin luz, y unas botas negras gastadas por el uso, pero tan limpias como si acabaran de salir del escaparate de una zapatería de caballeros. Como un ser casi incorpóreo, entró en su casa calladamente, sin ruido ni apenas explicación, más allá de un “-hola este es Piter, me lo he encontrado en la plaza nueva y me lo he traído, no te importa, ¿verdad?-” y un -“hola, por supuesto, claro que no importa, pasad y sentaos por ahí”.

Piter entró por el pasillo, llegó al salón y se quitó la gabardina con suavidad,  a cámara lenta. La prenda  descendió hasta el suelo como si fuera la cáscara que abandona una semilla, y su cuerpo de oblea se desplazó como una espora que trae el viento y cae liviana hasta posarse sobre la hierba mullida un día de otoño cálido y sin brisa, y allí mismo, germinó, echó raíces sobre el cojín derecho del sofá, así sin más.

Sin hacer ruido y sin avisar, lentamente, como hacen las plantas, fue poco a poco colonizando su casa y su vida. Desde ese rincón, como una enredadera invasora ávida de terreno fértil, ocupó todo el espacio. Cuando ella se quiso dar cuenta, todo su mundo se reducía a Piter, el amigo de un amigo que pasó un día por allí acompañando a alguien y se quedó.

Los amigos de ella dejaron de ir a visitarla, porque la presencia de Piter era tan absoluta e ilimitada que ella había dejado de ser ella, y se estaba transformando también en un ser híbrido, casi vegetal y con la voluntad aletargada. Comenzó a abandonarse, a salir a la calle cada vez menos, hasta se despidió del trabajo y dejó, incluso, de cortarse el pelo y las uñas, y también, de forma paulatina, fue prescindiendo de asearse o de ocuparse lo más mínimo de su persona. Su aspecto se asemejaba al de una planta ornamental olvidada en un rincón sin tránsito, parecía un ficus sucio y descuidado, con las hojas estucadas por un polvo pringoso y gris.

Un día, casi un año después, los vecinos decidieron llamar a la puerta de ella, molestos porque hacía mucho que no recogía el correo, que se acumulaba como una columna de papel indecente en un rincón del portal sin que nadie se atreviera a tirarlo. Como no se oía nada y nadie contestaba, cundió la alarma, una alarma tardía, porque el tiempo había corrido lento dentro de la casa de ella, pero no se había detenido.

Cuando los bomberos derribaron la puerta y la policía entró en la casa, no quedaba ni un rincón sin cubrir por las hojas de una enredadera selvática y frondosa como nunca habían visto. Las raíces retorcidas de la planta salían del sofá como el esqueleto exterior de un inmenso parásito y se extendían por todo el piso del salón, hasta llegar a la habitación, donde ella yacía sobre la cama aprisionada por las ramas gruesas de Piter, que ya no la dejaban moverse. Solo su cabello, largo y teñido por el polvo gris, acusaba el escaso movimiento originado por un viento precario, que se abría paso con asfixia desde la puerta de la calle.

Carmen Barrios




domingo, 20 de octubre de 2013

Mañana de domingo en Lavapiés


Superviviente


Los quiero ver así, apoyados en la pared, en cualquier esquina de la calle, tranquilos, esperando a un amigo o a una amiga, relajados, bien vestidos y guapos, muy guapos. Se merecen tener una vida tranquila como la tuya, como la mía, como la nuestra. Una vida en la que se pasea los domingos por la mañana, se compra el periódico y se toma el sol un ratito, mientas se espera a alguien. O simplemente se pierde el tiempo viendo pasar a la gente por la calle. 
Los quiero ver así, entre nosotros, compartiendo. Con sus derechos sanitarios intactos, con sus hijos escolarizados en la escuela pública, como lo están los tuyos o los míos, con trabajos dignos y con derecho a cobertura de desempleo si fuera necesario. No los quiero clandestinos, ni escondidos, ni ilegales, porque son personas con derechos humanos, como tu, como yo, como nosotros. 

Los quiero ver así, y no muertos, fotografiados en los periódicos mientras las olas del mar los arrastran ahogados a la orilla. No los quiero ver alineados en ataúdes iguales -capturados en el estigma inamovible de la horizontalidad de la muerte- sobre el suelo de cualquier nave de Lampedusa, o de las Islas Canarias. Quiero que puedan viajar aquí, o allí, o a donde les de la gana a buscarse la vida...igual que viaja el dinero, o los ricos, que van donde quieren y nadie les pide los papeles nunca. 

Los quiero ver así, bien guapos y vestidos de domingo mientras miran con curiosidad a la fotógrafa que una mañana de domingo se paró para hacer un retrato a la bonita fachada de "Alimentación Touba" y uno de ellos estaba allí, y se dejó retratar. Uno de ellos, uno de esos héroes supervivientes del trayecto desde África, supervivientes de las aguas del Estrecho...supervivientes. Los quiero ver así con la vida en la mirada y en la boca y en las manos.

A continuación pego un poema que escribí hace un par de años, después de leer una de esas noticias espeluznantes en la prensa, que detallaba la muerte de más de treinta personas en el estrecho, tras naufragar el cayuco en el que viajaban. Lo pego ahora, porque por desgracia estos hechos no dejan de repetirse. Y cada vez mueren más personas intentando alcanzar esta Europa prometedora, que defrauda a los justos y a los solidarios, a los amantes de la fraternidad y de la libertad. Lampedusa tiene la piel herida por la tragedia. La tierra de esta isla está anegada por las lágrimas de los muertos y de los vivos. 

Va el poema:

Cayucos

Cayucos, pateras, balsitas de lata,
espacio infinito de sueños marchitos.

Presente de lodo e incierto futuro,
con rumbo hacia un Norte
que despierta el deseo
con anuncios de cielo
y aparta a los hombres
con murallas de hierro.


Cayucos, pateras, balsitas de lata,
espacio infinito de sueños marchitos.

Sol ardiente,
¡piel bruñida!,
labios arados con surcos de sequía.
¡Manos de polvo de escamas!
¡Cuerpos de luna fría!


Cayucos, pateras, balsitas de lata,
espacio infinito de sueños marchitos.



sábado, 28 de septiembre de 2013

Las palabras sí importan

La resistencia












El cuento que pego a continuación es una metáfora sobre la importancia que le da el poder al control del lenguaje y al significado de las palabras, algo que podemos comprobar cada día al abrir cualquier periódico o al escuchar las noticias de radio o televisión. 

La fotografía que lo acompaña ha hice en París en una plaza cercana al centro Pompidou. Me encantó esta imagen de los artistas callejeros que animan a la resistencia ante las injusticias. En ella se reconoce la figura de Víctor Laszlo (el tercero según se mira desde la izquierda), el personaje revolucionario perseguido por los nazis en Casablanca, cantando la Marsellesa a voz en cuello. A su derecha y a su izquierda hay otros personajes que no reconozco, pero que representan distintas épocas de lucha en Francia, la revolución francesa, la época actual, la resistencia contra los nazis y el mayo del 68. Al menos esto es lo que yo he interpretado.

Tanto el cuento como la fotografía han sido publicados también en la web de información www.nuevatribuna.es en la sección de cultura. 


SIN PALABRAS

Hacía ya muchos años que en ese país habían desaparecido las palabras. Estaban secuestradas, presas en algún lugar oculto, controlado férreamente por los más poderosos. Nadie podía tener palabras, y mucho menos utilizarlas. Estaba prohibido hablar, o escribir. Solo un pequeño grupo de poderosos a los que denominaban “Los sabios” estaba autorizado a usarlas para nombrar las cosas según su conveniencia. Para los demás, poseer palabras y usarlas se había convertido en un delito castigado con la pena máxima.



Las personas se comunicaban con gestos y ya nadie leía. Los únicos libros y revistas que se publicaban tenían espectaculares ilustraciones que abusaban de los colorines, pero estaban desprovistos del más mínimo atisbo de lenguaje escrito. Por la radio solo se emitía un hilo musical permanente, cuajado de monotonía, que convertía cualquier estancia en una vulgar sala de espera. La televisión vomitaba imágenes superpuestas, que salían de la pantalla como si se tratara de una gran cascada repleta de irrealidad.



Al no utilizar el lenguaje, la memoria colectiva se estaba perdiendo y la mayoría de las personas se comportaba con una mansedumbre propia de las ovejas de corral. Las calles eran lugares ordenados, en donde las gentes se desplazaban en un silencio solo interrumpido por las bocinas de los coches o los gemidos turbios de los tubos de escape de las motocicletas.

Ya nadie recordaba lo que había pasado.

Nadie, excepto una mujer casi centenaria que había decidido desobedecer desde el principio y que se dedicó a recopilar y a conservar palabras. Para que no la descubrieran guardó todas las palabras que tenía almacenadas en su cerebro en una especie de armario gigante que construyó camuflado bajo la pared del salón de su casa. El armario estaba lleno de cajones ordenados alfabéticamente y en cada uno de ellos había depositado las palabras que se iniciaban por la letra que daba nombre al cajón. 

Así, en el cajón dedicado a la letra “A” estaban guardadas “alforja”, “alambre”, “almíbar”, “arbusto”, “araña”, “ameno”, “amor”, “amistad”, “alucinante”, “alevoso”, “aire”…, y miles de palabras más, todas las que ella había podido recordar. Lo mismo sucedía con el cajón dedicado a la “S” o con el de la “M” o con el de la “T”. Había consagrado su vida entera a escribir todas las palabras en pequeños trocitos de papel y a la tarea inmensamente peligrosa de conservarlas. 

Ella tenía predilección por el cajón destinado a la letra “P”, porque dentro de él se encontraba la palabra “pesadilla”, una palabra que parecía inocua, pero que llegó a convertirse en un término revolucionario. Esta fue la primera palabra proscrita por las autoridades. La palabra “pesadilla” fue prohibida el día dos de octubre del año 2015, justo cuando ella cumplió treinta años, por eso lo recordaba tan bien.

La palabra “pesadilla” se decía mucho por aquellos entonces, la gente no paraba de repetirla para describir la situación que se vivía y las autoridades terminaron por prohibir el uso de esa palabra, como si así todo mejorara de forma automática y se dejara de vivir en una “pesadilla” por arte de magia.

La mujer casi centenaria que decidió desobedecer desde el principio recuerda ahora que comenzaron las señales de alarma muy pronto, pero que casi nadie se daba cuenta de ello. Los maniquíes de los escaparates empezaron a fabricarse sin boca, sobre todo los que representaban la figura de las mujeres. Se convirtió en una moda, todos los maniquíes femeninos se creaban sin boca. Aquello era una premonición, pero nadie lo veía. Luego vinieron todos los demás, los que representaban a los hombres o a los niños y a las niñas.

Otra de las señales fue que se popularizó abusar de los eufemismos y dejó de llamarse a las cosas por su nombre. Por ejemplo, nadie denominaba “culo” al “culo”, las gentes se dejaron arrastrar por la moda estúpida de llamarle “pompi”. Y no digamos ya cosas importantes como “hambre”, no se pronunciaba, se sustituía por “necesidad”. Como si el hambre dejara de existir por cambiarle en nombre.

El hecho fue que la situación se hizo insostenible para las autoridades y como vieron que no era suficiente con cambiar el nombre de las cosas, decidieron que lo mejor para conservar su poder era prohibir las palabras, terminar con ellas. Y así se inició toda una campaña de reeducación brutal, donde se emplearon todos los métodos. Simplemente el lenguaje pasó a mejor vida. Todas las palabras fueron recluidas, secuestradas, prohibidas.

Cuando la mujer casi centenaria recordaba la secuencia de los acontecimientos le entraban unas ganas tremendas de gritar palabras a voz en cuello a los cuatro vientos y de abrir todos los cajones del armario de su salón para que volaran libres y salieran por los ventanales como las mariposas que anuncian la primavera, buscando el aire fresco para inundar las calles.

El momento de la liberación de las palabras estaba cerca. Había soñado con ese momento  muchas veces y tenía que hacer realidad sus propios sueños. No podía irse a la tumba con ese anhelo cosido a su hígado.

Dentro de cuatro días, el dos de octubre de 2085, iba a cumplir cien años y había llegado la hora de comenzar a luchar. Se haría un regalo. Su pequeña revolución consistiría en abrir los cajones del armario de las palabras y los ventanales del salón para colocarse en el centro de la galería con un megáfono, dispuesta para gritar una por una todas las palabras según el orden en que habían sido prohibidas: “pesadilla”, “hambre”, “educación”, “consuelo”, “solidaridad”, “física”, “boca”, “amor”, “revolución”, “igualdad”, “cuerpo”, “matemáticas”, “literatura”, “sangría”, “chorizo”, “resistencia”, “carne”, “libertad”…así miles y miles de ellas, hasta la última que nombraría, que sería la palabra “pensar”.

El momento de la liberación de las palabras estaba cerca.

Carmen Barrios







sábado, 14 de septiembre de 2013

Un cuento sobre Alicia

Ella, él y el conejo.


























Tras el largo paréntesis de las vacaciones pego un cuento sobre Alicia, una Alicia que se ha hecho mayor y que quiere recuperar lo que de verdad importa, lo que da sentido a su vida por encima de todas las trampas que ofrece la seguridad. 

Es un relato sobre lo que significan el deseo y la libertad, y cómo se añoran cuando se han expulsado de la vida y se han sustituido por la monotonía del deber.


La fotografía que lo acompaña está realizada en una calle de Barcelona. Como siempre, uno de esos magníficos artistas urbanos ha estado ahí y se ha comunicado conmigo para ayudarme a crear este relato.


Tanto el cuento como la fotografía han sido publicados en la sección de cultura de la web de información www.nuevatribuna.es.


Alicia

Cuando creció, Alicia comenzó a sentir una admiración muy grande por el sastre de su pueblo. Tanta, que se casó con él, era lo normal. Confeccionaba las mejores casacas y los sombreros más bellos y elegantes de la comarca. Su madre decía que el sastre era un hombre serio, que pondría el orden necesario en su vida y la haría bajar de las nubes de una vez por todas.

Y Alicia se dejó llevar. Ella veía que las personas que acudían a la sastrería terminaban transformadas por completo. Como si fuera cosa de magia, todo el que adquiría una casaca o un sombrero en el establecimiento del sastre sufría una metamorfosis asombrosa, que le catapultaba hacia un estado de dicha cerana al nirvana y salía de allí casi levitando.

Sin embargo, en ella nunca se produjo semejante milagro. Desde que Alicia atravesó el dintel de la puerta de la sastrería, convertida en esposa del sastre, camina con los pies bien pegados al suelo y por fin es una persona de orden, que trabaja y ayuda a su marido con dedicación, como quería su madre, pero cuando intenta sonreír, le sale una mueca inexpresiva que no se parece en nada a una sonrisa.

Hace ya bastante tiempo que no ríe. Sus ojos están empañados por la luz artificial del taller del sastre: solo ven el tibio sol de primera hora una vez cada siete días, los domingo por la mañana muy temprano, cuando acude con su marido al oficio de la iglesia. Casi todo su tiempo lo dedica a cortar telas, armar patrones, ordenar ovillos de hilo y planchar las piezas ya confeccionadas. Cuando intenta una sonrisa, es incapaz de dotar a sus labios de la flexibilidad necesaria para borrar de su cara la rigidez que atenaza sus facciones. El perfil de su boca está cosida por una hilera fina de arrugas, que parecen un festón de vainica doble. Ella, que tenía los labios tersos y rojos, luminosos como la piel de una manzana de caramelo, tan llamativos que hacían morir de envidia a la Reina de Corazones.

Han pasado los años, y se siente cansada y vieja. Alicia se ha dado cuenta de que la admiración y la dedicación no tienen nada que ver con el amor. El sastre es un hombre trabajador, sí, y le ha dado todo, sí, y le admira, sí. Pero el amor es otra cosa. 

El amor era eso que sentía caer sobre su cuerpo en forma de lluvia fina que acariciaba su cabello y humedecía su rostro y sus brazos, cuando agitaba las ramas de los árboles en compañía del conejo. 

El amor era eso que se manifestaba como un cosquilleo alegre, que subía a lo largo de sus piernas hasta la cara interna de los muslos, cuando permitía que el conejo rodeara sus pantorrillas con los tallos de las hojas de la hiedra fresca, creando espirales imposibles. 

El amor era eso que aparecía escondido entre las antenas delicadas de los caracoles, que recorrían la piel de su vientre hasta la frontera de sus pechos, cuando el conejo los colocaba allí para celebrar una carrera olímpica de animales que llevan su casa a cuestas. Saboreaba el amor, y lo notaba dentro de su garganta al caer la tarde, cuando bebía con el conejo la melaza dulce de las campanillas gigantes, que crecían como una jungla rebosante de colores en el interior del bosque.

Alicia sabe ahora que, en realidad, siempre estuvo enamorada del conejo. Le recuerda bien. Sus ojos tiernos y locos de animal desorbitado, sus largas orejas como antenas de algodón de azucar, sus patas carnosas y mullidas y el tacto suave de sus mejillas febriles nunca la han abandonado. Añora tanto las tardes de correrías por el bosque y las escandalosas tertulias interminables del té de las cinco en compañía del conejo, que ha decidido dejar las telas, los patrones y los ovillos de hilo y salir corriendo para recuperar su vida.  

Carmen Barrios

lunes, 22 de julio de 2013

El factor humano
























El título de esta entrada no es mío. "El factor humano" es el título de una de las novelas de espías que más me han gustado, obra del maestro Graham Greene. 

Lo he elegido porque, desde mi punto de vista, el factor humano puede resumir muchos de los acontecimientos recientes que están sucediendo en el mundo. Me refiero a hechos relacionados con las difusiones masivas de informaciones sensibles que afectan a la "seguridad" de los Estados y de los poderosos, como son los casos de las filtraciones de informaciones que hizo el soldado Manning y que se difundieron a través de Wikileaks, las revelaciones sobre evasores de impuestos y corrupción que hemos conocido gracias al ingeniero de sistemas Hervé Falciani, y lo más reciente: el tremendo asunto de los espionajes masivos que hemos conocido gracias al ex empleado de CIA y de la NSA Edward Snowden. 

El cuento que pego a continuación está inspirado en uno de estos casos y es un homenaje a estas personas, que arriesgan su vida para que los demás conozcamos lo que hay debajo. Afortunadamente lo que Greene llamaba "el factor humano" sigue intacto y no se puede controlar.

La fotografía que acompaña el cuento está realizada en una callejuela del barrio gótico de Barcelona, y le va asombrosamente bien a este texto. Entre el artista callejero que realizó esta intervención y yo ha habido una conexión inesperada y magnífica. 

Tanto el cuento como la fotografía están publicados también en la web de información www.nuevatribuna.es

EL HOMBRE DE LA FOTOGRAFÍA

El hombre de la fotografía tiene aspecto de estudiante en tránsito. Mira el mundo a través de unas gafas corrientes, de esas cuadraditas que utilizan las personas que están leyendo continuamente. Su rostro ha atravesado las puertas de las casas de todos los habitantes del planeta gracias a las pantallas de televisión y a las páginas de los periódicos, haciéndose tan conocido y reconocible que todo el mundo sabe cómo se llama y lo que ha hecho. 

No se puede decir que su cara sea especial, de esas que se recuerdan al primer golpe de vista. No. Sus facciones son bastante corrientes, de hecho si estuviera rodeado de gente no llamaría la atención, pasaría desapercibido como un tomate vulgar dentro de un cesto lleno de tomates vulgares. Seguramente, su aspecto corriente ayudó mucho a que le contrataran en el lugar del que se ha despedido.

Cuando se despidió de su trabajo dejó se ser como un tomate más del cesto, no por el hecho de despedirse, sino por las razones que le empujaron a ello. Sus razones dieron la vuelta al mundo en pocos minutos y los medios de comunicación hicieron del hombre de la fotografía una rareza de la especie, capaz de ser reconocido por cualquiera. Lo más paradójico es que se había entrenado durante años para ser invisible. Y lo había conseguido. Tenía dos identidades, la suya y otra identidad oculta encriptada dentro de un código secreto, tan secreto que su nombre era una clave de acceso: S-164265216. Pero algo comenzó a ir mal, tan mal que obligó al hombre de la fotografía a contar una parte de lo que sabe y difundirlo a los cuatro vientos.

La parte que contó ha llenado de inquietud a los mandatarios de su país, un país enorme, no solo por su tamaño, que lo tiene, sino por el miedo que infunde a los otros países, tanto si son sus aliados como si no lo son. Los mandatarios de los demás países también están inquietos, eso sí por distintas razones. Muchos ciudadanos del Planeta han reaccionado con indignación, porque de repente se han dado cuenta de que el Gran Hermano de Orwell ha dejado de ser una distopía de la noche a la mañana y se ha convertido en una radiografía de la realidad.

Lo que difundió a los cuatro vientos el hombre de la fotografía es que su país, ese gran país que en las películas de marcianos se identifica con el Planeta entero, espía a todo el mundo: a los aliados, a los enemigos, a los ciudadanos corrientes, a los que no lo son, a los delincuentes, a los terroristas, a los que no son delincuentes ni terroristas, a los menores de edad, a los mayores, a los ancianos, a los empleados, a los que están desempleados, a los que consumen, a los que beben, a los que fuman, a los que aman, a los que no…en fin, se han dado cuenta de que se espía hasta a los gatos gracias a los avances de la tecnología y a la colaboración inestimable de las empresas que se dedican a la comunicación. 

También se ha sabido que los aliados ayudan a espiar a ese gran país y además se espían entre ellos y son espiados a su vez, en una especie de locura planetaria de ojos y oídos que todo lo ven y todo lo escuchan. El hombre de la fotografía ha explicado que se guarda en enormes archivos informáticos hasta los pálpitos de los corazones de todos los habitantes de la Tierra.

S-164265216 sabía todas las cosas que ha decidido difundir a los cuatro vientos porque era una de las piezas del engranaje, formaba parte de los miles de trabajadores de los servicios de inteligencia de ese gran país. Su trabajo consistía en examinar todos los pálpitos para detectar las arritmias y lo que es peor, las posibles taquicardias.

Un día se dio cuenta que examinar todos esos pálpitos le estaba produciendo un nudo enorme en sus principios y decidió contar una parte de lo que sabe, porque él no podía vivir con ese barullo, permanentemente haciendo lo contrario de lo que dicta su conciencia.

Su identidad saltó a la fama y tuvo que darse a la fuga con toda celeridad, porque los mandatarios de su país le acusaron de traición a la patria y dictaron una orden internacional de busca y captura inmediata. Su rostro de estudiante en tránsito ocupó la escena mundial, igual que las fotografías de los malhechores de las películas de vaqueros aparecían pegadas hasta en la corteza del último árbol seco del desierto más perdido de Nuevo México, ocupando cada hueco disponible.

El hombre de la fotografía no es el primer caso de disidencia que sucede, desde el inicio de los tiempos muchos como él han sido capaces de poner al límite del abismo al poder de turno, porque los mandatarios, por mucho que se esfuercen, nunca han podido controlar el factor humano.

Los mandatarios tienen miedo, por eso se han esforzado tanto en acorralar a S, que se ha refugiado en una de esas salas de tránsito de los aeropuertos internacionales y lleva allí más de un mes. Afortunadamente es un lugar seguro, porque según una de las pocas normas que todos respetan esas salas son inviolables, funcionan como si fueran nuevos templos sagrados en los que se ponen a salvo las almas en tránsito.

El hombre de la fotografía no está solo. Miles y miles de disidentes, con un nudo enorme en sus principios, han decidido salir del cesto de los tomates y acudir a las salas de tránsito de los aeropuertos internacionales para contar lo que saben.

Los mandatarios del mundo están acorralados.





martes, 18 de junio de 2013

“Plantamos palabras vivas”, pero las quieren segar

Ojos rasgados








“Plantamos palabras vivas”, pero las quieren segar.  

“Ni una palabra/brotará de mis labios/ que no sea/ verdad. / Ni una sílaba/ que no sea/ necesaria. (…) Planté palabras vivas. / Ni una sola/ sometí…  Estos versos de Blas de Otero encajan en lo que durante casi veinte años ha estado haciendo la revista Temas para el debate, una publicación mensual de pensamiento político en el ámbito de la izquierda en la que se ha intentado siempre “plantar palabras vivas, sin someterlas”,  para contribuir al necesario debate de las ideas abiertas.

El Partido Popular quiere segar las palabras, terminar con el pensamiento crítico, como demuestran sus pasos a medida que avanza la legislatura. La Secretaría de Estado de Cultura, que dirige el señor Lassalle se ha convertido en un ariete ideológico de la derecha más rancia. Además de todos los retrocesos que se están produciendo en el ámbito de la Educación, el sector de la Cultura no deja de sufrir agresiones y recortes presupuestarios siempre en la misma dirección, la de silenciar la voz del pensamiento crítico.

La revista Temas para el debate  se acaba de convertir en una nueva víctima de las políticas antidemiocráticas de dicho ministerio: Temas ha sido totalmente excluida de las ayudas a la edición y a las suscripciones que tenía desde 1996.

Un poco de historia
En este punto es necesario detenerse para hacer un poco de historia. Prácticamente durante todo el ciclo de la Transición, el Ministerio de Cultura ha mantenido un programa de ayudas a las revistas culturales y de pensamiento, sin tener en cuenta el ámbito político al que pertenecieran ni su línea ideológica. Las ayudas se concedían tras participar en un concurso público en el que un grupo de expertos independientes y de prestigio nombrados por el Ministerio decidían a qué publicaciones se le concedían en virtud de una serie de parámetros de calidad, interés y relevancia. Temas optó con éxito a las ayudas desde 1996, manteniéndolas sin problemas hasta el concurso de 2013, en el que ha sido totalmente excluida de forma arbitraria y sin justificación alguna.

Ya el año pasado sufrió un grave recorte en la ayuda (cercano al 30%). Pero, desde Temas se encajó como razones presupuestarias debidas a la crisis. Pero lo que ha sucedido en 2013, con su exclusión total de las ayudas, es una agresión que raya la injusticia antidemocrática más flagrante. Y digo esto porque a la Revista Temas se le ha retirado la ayuda baremando con puntuación superior a algunas publicaciones que sí la han seguido percibiendo.
A esto hay que añadir una serie de irregularidades en todo en proceso de concurso que van desde la propia composición del grupo de “expertos” -que han formado la comisión de evaluación- hasta posibles errores detectados en la adjudicación de los puntos que han hecho que Temas puntúe muy por debajo de lo que debería, de acuerdo a los propios parámetros establecidos por el Ministerio.  

Un hecho sin precedentes
Pero hay un hecho que es realmente grave. La revista Temas, con José Félix Tezanos como Director de la  publicación a la cabeza, se ha dirigido al señor Lassalle, Secretario de Estado de Cultura, para intentar recabar algunas informaciones necesarias que aclaren lo sucedido para poder presentar un recurso o una reclamación a la que la publicación tiene derecho, y se ha encontrado con un muro de negaciones. Desde la Secretaría de Estado se ha informado a Temas de que no harán rectificaciones, “ni aunque hubieran existido errores materiales o de cómputo” ya que la Comisión ha asignado todos los fondos posibles en la convocatoria, sin que se haya guardado ningún remanente -como es habitual en este tipo de concursos, precisamente por si hay reclamaciones y se tienen que atender-.  Este hecho, conculca gravemente el derecho de los ciudadanos y/o las entidades afectadas a poder ser atendidas en sus recursos. La negación a la posibilidad de atender un recurso es un hecho sin precedentes, que causa total indefensión ante posibles irregularidades en las que pueda incurrir una Administración.

La actitud cerrada y errónea de la Secretaría de Estado de Cultura lleva a pensar que ha actuado así por motivos ideológicos, porque no tiene explicación que haya habido errores de cómputo y que a pesar de tener puntuación superior a otras publicaciones, a Temas se le nieguen.

Para más inri, hay otro hecho que corrobora esta tesis: si se consultan los datos públicos sobre las adjudicaciones de las ayudas de este año, es muy sospechoso que además de Temas se hayan quedado sin ayuda publicaciones como “Gaceta Sindical” (revista del sindicato CCOO), “El cronista del Estado Social y Democrático de Derecho”, “Raíces” (revista de cultura judía), una revista vinculada a SOS-Racismo, otra dedicada a la difusión de la cultura gitana, etc. Es decir todo un repertorio que afecta a espacios sociales a los que la derecha ultramontana, que parece dirigir el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, parece querer callar también, en un ejercicio de terminar con lo diferente, impidiendo la difusión de otras formas de pensamiento. Sin embargo, sí se han mantenido a las ayudas a publicaciones con una línea ideológica compatible con las expectativas de los dirigentes ministeriales actuales, como son la “Revista de Occidente” con 19.901,35 euros (en la que el propio Secretario de Estado señor Lassalle ha participado publicando artículos con asiduidad), “Nueva Revista” con 10. 505,02 euros o “Cuadernos de Pensamiento Político” con 12.298,59 euros (publicación vincula a FAES).

La revista Temas es una publicación con una trayectoria impecable en la defensa de la democracia de calidad y participativa, de los valores de solidaridad, libertad e igualdad que ayudan a avanzar a las sociedades. Su plataforma está abierta al debate de las ideas críticas, que puedan arrojar luz sobre los problemas políticos, sociales, económicos y culturales por los que atraviesa  nuestro país. Una publicación así es necesaria en tiempos como los actuales. 

Temas es un huerto fértil para “plantar palabras vivas”. La Secretaría de Estado de Cultura niega el agua para regar el huerto al que esta publicación tiene derecho. Desde Temas existe la determinación de continuar “plantando palabras vivas”, porque es necesario conjurar la vuelta a esa España negra de los años cincuenta del siglo pasado en la que Blas de Otero escribió estos versos y que parece estar en el adn de algunos dirigentes del Partido Popular.

Carmen Barrios