domingo, 20 de octubre de 2013

Mañana de domingo en Lavapiés


Superviviente


Los quiero ver así, apoyados en la pared, en cualquier esquina de la calle, tranquilos, esperando a un amigo o a una amiga, relajados, bien vestidos y guapos, muy guapos. Se merecen tener una vida tranquila como la tuya, como la mía, como la nuestra. Una vida en la que se pasea los domingos por la mañana, se compra el periódico y se toma el sol un ratito, mientas se espera a alguien. O simplemente se pierde el tiempo viendo pasar a la gente por la calle. 
Los quiero ver así, entre nosotros, compartiendo. Con sus derechos sanitarios intactos, con sus hijos escolarizados en la escuela pública, como lo están los tuyos o los míos, con trabajos dignos y con derecho a cobertura de desempleo si fuera necesario. No los quiero clandestinos, ni escondidos, ni ilegales, porque son personas con derechos humanos, como tu, como yo, como nosotros. 

Los quiero ver así, y no muertos, fotografiados en los periódicos mientras las olas del mar los arrastran ahogados a la orilla. No los quiero ver alineados en ataúdes iguales -capturados en el estigma inamovible de la horizontalidad de la muerte- sobre el suelo de cualquier nave de Lampedusa, o de las Islas Canarias. Quiero que puedan viajar aquí, o allí, o a donde les de la gana a buscarse la vida...igual que viaja el dinero, o los ricos, que van donde quieren y nadie les pide los papeles nunca. 

Los quiero ver así, bien guapos y vestidos de domingo mientras miran con curiosidad a la fotógrafa que una mañana de domingo se paró para hacer un retrato a la bonita fachada de "Alimentación Touba" y uno de ellos estaba allí, y se dejó retratar. Uno de ellos, uno de esos héroes supervivientes del trayecto desde África, supervivientes de las aguas del Estrecho...supervivientes. Los quiero ver así con la vida en la mirada y en la boca y en las manos.

A continuación pego un poema que escribí hace un par de años, después de leer una de esas noticias espeluznantes en la prensa, que detallaba la muerte de más de treinta personas en el estrecho, tras naufragar el cayuco en el que viajaban. Lo pego ahora, porque por desgracia estos hechos no dejan de repetirse. Y cada vez mueren más personas intentando alcanzar esta Europa prometedora, que defrauda a los justos y a los solidarios, a los amantes de la fraternidad y de la libertad. Lampedusa tiene la piel herida por la tragedia. La tierra de esta isla está anegada por las lágrimas de los muertos y de los vivos. 

Va el poema:

Cayucos

Cayucos, pateras, balsitas de lata,
espacio infinito de sueños marchitos.

Presente de lodo e incierto futuro,
con rumbo hacia un Norte
que despierta el deseo
con anuncios de cielo
y aparta a los hombres
con murallas de hierro.


Cayucos, pateras, balsitas de lata,
espacio infinito de sueños marchitos.

Sol ardiente,
¡piel bruñida!,
labios arados con surcos de sequía.
¡Manos de polvo de escamas!
¡Cuerpos de luna fría!


Cayucos, pateras, balsitas de lata,
espacio infinito de sueños marchitos.



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