sábado, 21 de diciembre de 2013

La importancia de la recuperación de la memoria



La grieta


El relato que va a continuación habla de la importancia de la recuperación de la memoria histórica. Los españoles como país tenemos una deuda enorme con todos los represaliados y asesinados de la guerra civil española y del franquismo, porque fueron masacrados por reclamar la democracia y la justicia social. Las instituciones de la democracia todavía no han reconocido lo que pasó, ni se ha honrado a todos los desaparecidos en las cunetas y a los encarcelados de la posguerra y del franquismo como se debería haber hecho en una democracia. La derecha española domina todavía determinados resortes relacionados con la Justicia -y con las estructuras de la economía- que parecen inamovibles, y los crímenes del franquismo están teniendo que ser juzgados desde  Argentina. 

La fotografía que acompaña el relato es la imagen de un muro crudo tomada en la calle. Me llamó la atención esa enorme grieta, que parece una herida que todavía sangra, una herida profunda en las entrañas de una ciudad como Madrid, que tanto sufrió los embates de los franquistas. Lo peor es que aun hoy los seguimos sufriendo. El fascismo es una losa que todavía nos lastra y las heridas siguen sangrando como la de este muro.
Esta imagen es una auténtica metáfora visual por sí sola, acompañando el relato se apoyan de nuevo la imagen en la palabra y viceversa.

Tanto el relato como la fotografía han sido publicados también en la web de información www.nuevatribuna.es, en la sección de cultura.

La habitación del olvido

143.353 nombres innombrables han permanecido ocultos en el enorme archivo de la habitación del olvido, fueron relegados allí para borrar cualquier rastro de su existencia. Son nombres de personas reales que sonreían, besaban, se rascaban la cabeza, comían lentejas o pan con tomate, trabajaban o charlaban con sus vecinos si les apetecía, protestaban ante las injusticias o asistían a la taberna a jugar una partida de dominó, nombres de personas normales que desparecieron sin más.

Alguien con un plan de odio desmedido, ocupando su cabeza, decidió que había que arrancar hasta la última raíz de disidencia y consiguió los aliados necesarios para separarlos de este mundo y hacerlos desaparecer. Los 143.353 nombres innombrables fueron borrados uno a uno de la faz de la historia durante un puñado de días terribles de venganza y de vergüenza. Un puñado de días de sangre, de fuego, de barro y de infamia, que atronó los campos con estallidos de fusiles y preñó de temor la tierra de las cunetas, pero nunca, nunca han podido ser borrados de la memoria de aquellos que los amaron. Han permanecido intactos en el recuerdo de sus hijos y hoy son evocados por los hijos de sus hijos.

Sus nombres, sus caras, sus acciones, sus rasgos y su risa han pasado calladamente, dibujados con gestos casi inapreciables, de memoria en memoria, una generación tras otra. Igual que el testigo pasa de mano en mano en una carrera olímpica hasta llegar a la meta gracias a un código compartido, la memoria de los desaparecidos ha llegado hasta nosotros, saltando sin pértiga por encima de los obstáculos del tiempo.

Tampoco sus verdugos han olvidado lo que hicieron. Sucede lo mismo cuando se escribe una frase con un lapicero sobre un trozo de papel y se borra con una goma, deja de existir, desaparece físicamente, pero permanece en la memoria del que la ha escrito. Sus actos infames han permanecido grabados en su memoria y también en la de sus descendientes.

Durante una multitud de años, pesados como miles de yunques a lomos del presente histórico, intentaron hacer desaparecer sus cuerpos y sus nombres, ocultándolos bajo candados de miedo y de silencio, que aseguraban la puerta del enorme archivo de la habitación del olvido.

Pero la memoria es obstinada y del mismo modo que los colores del arco iris unen un lado del valle con el otro, formando una puerta abierta al infinito tras la tormenta, o el humo de una hoguera asciende en el aire hasta fundirse con las nubes, las manos de los que recuerdan han empuñado el testigo hasta levantar la cancela de la habitación del olvido y poco a poco han ido rescatando todos los nombres.

Sus verdugos y sus descendientes siguen negando con la cabeza la posibilidad de restituir el derecho a la memoria. Pero cuando cae la noche, la melodía de tantos actos viles se escapa de sus cabezas y envuelve sus almohadas con los acordes de una nana negra como la pólvora de las balas desnudas, enfangando su descanso hasta el alba. 

Aun así, vuelven a levantarse cada día con un “no” muy duro escrito en sus caras.
143.353 nombres de hombres y mujeres están siendo nombrados uno por uno, para restituir sus vidas y su existencia cierta. En todos los rincones se gritan sus nombres, se rebuscan sus rostros entre los papeles de la historia y se rescatan sus recuerdos y sus cuerpos del fondo de la tierra. 

El enorme archivo de la habitación del olvido está abierto, los hijos de los hijos de los asesinados iluminan los nombres de sus seres queridos con una lamparita de esperanza, que permite leer en alto todos sus datos.

Ahora queda reparar una deuda grande con la historia y colocar a cada uno en el lugar que le corresponde.

Carmen Barrios

domingo, 1 de diciembre de 2013

La degradación del trabajo



El trabajo se está devaluando en Europa rápidamente. Derechos que han costado conseguir años y años de luchas obreras, se están perdiendo con celeridad en una Europa que pretende competir en la economía global degradando el empleo, precarizando los contratos y abaratando salarios y despidos.

El cuento que pego a continuación es un relato sobre condiciones de trabajo brutales y sobre todo lo que hemos perdido, lo que hemos retrocedido en derechos laborales y bienestar de vida. Está siendo tan brutal el retroceso, tan rápido y tan bien montado mediáticamente, que están consiguiendo que lo que teníamos parezca una utopía inalcanzable. Pretenden conseguir que abandonemos y que desterremos la palabra utopía de nuestro imaginario.

Tengo que decir, que este relato es una ficción completamente real. Es más, se me ocurrió tras leer un artículo de denuncia aparecido en Le Monde Diplomatique de noviembre de 2013 sobre cómo se trabaja en cierta fábrica -perteneciente a una multinacional estadounidense de la venta on-line muy conocida- instalada en el norte de Alemania, en ese país que publicita el "éxito" de su economía y a menudo se obvia la degradación que también está sufriendo allí el empleo también. 

La fotografía que acompaña el relato la realicé hace un par de años en la calle de la Cabeza de Madrid. Un grupo de artistas urbanos crearon este cartel tan sugerente, en el que se ve al gran Hitchcock portando una leyenda bien elocuente.

Tanto el cuento como la fotografía han sido publicados también en le web de información www.nuevatribuna.es en la sección de cultura.


“EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES”


La imagen de un Unicornio Azul ha aparecido pegada en algunas columnas de la fábrica, o pendiendo de los estantes donde se colocan miles de productos preparados para la venta. Este hecho, supone el inicio de un desafío de protesta que traspasa los límites de lo imaginable, dentro de la gran fábrica de la Comarca del Norte. Un edificio enorme de ocho plantas con forma de paralelepípedo, en cuya puerta de entrada puede leerse sobre el dintel un eslogan que dice: “El trabajo os hará libres”. La poderosa fábrica ocupa una extensión equivalente a trece campos de fútbol, donde acuden a trabajar diariamente miles de personas divididas en las categorías de “recepcionadores”, “almacenadores” y “recolectores”.



La imagen del Unicornio Azul va acompañada de la letra de una antigua canción, que dice así: “Mi unicornio azul ayer se me perdió/ pastando lo dejé y desapareció./ Mi unicornio azul/ ayer se me perdió,/
no sé si se me fue,/
no sé si extravió,/
y yo no tengo más/
que un unicornio azul,/
si alguien sabe de él,
/le ruego información…”. Una canción prohibida por el dueño de la compañía, el todopoderoso Kliver Dolan, más conocido como Kliv “Amazonia”, y que está considerado el Emperador de la venta on-line.



Kliv “Amazonia” tiene la costumbre de comenzar la gran campaña de la Fiesta de las Ventas de Navidad con un discurso sobre las bondades del trabajo duro, y sobre la extensa y afortunada familia que forman todos los empleados de la fábrica, de quienes él se considera un abnegado padre y benefactor. Cada año, el discurso es transmitido por la megafonía de la fábrica, mientras los empleados trabajan a destajo sin perder un segundo. Cuando finaliza, se emite música heavy metal muy estridente, que se repite durante cada jornada del periodo navideño, enloqueciendo a los empleados, que se comportan como cobayas adiestradas en un experimento de laboratorio. Los expertos del departamento de investigación aseguran que esta música imprime un ritmo más acelerado al trabajo e impide la comunicación entre los empleados, de manera que se puede llegar a doblar la producción durante el periodo de la gran Fiesta de las Ventas.

Además, en las instalaciones de la super fábrica de la Comarca del Norte no hay calefacción durante el invierno, porque así los empleados se mueven con mayor celeridad. Los expertos del departamento de investigación han calculado que se logra la máxima productividad cuando cada individuo del batallón de “recolectores” alcanza a recorrer, durante su turno de trabajo, 25 kilómetros por los pasillos, moviéndose a toda mecha y sin descanso de un estante a otro.

La Campaña de Navidad comienza precisamente hoy. Los encargados de la fábrica -que se distinguen por su uniforme negro marcial, acompañado de un silbato dorado y relucientes botas altas de cuero con el símbolo de la compañía impreso en la hebilla- están muy nerviosos y se afanan en quitar lo más deprisa posible las imágenes del Unicornio Azul de las columnas y de los estantes, para intentar que la mayoría de los trabajadores no llegue a enterarse de que el grupo del Unicornio ha iniciado una protesta, y se pueda emitir el discurso navideño de Kliv “Amazonia”, con la solemnidad que necesitan los actos que dan inicio a la gran Fiesta de las Ventas. Pero todo parece indicar que han llegado tarde.

Los expertos del departamento de investigación habían ideado un sistema que estaba funcionando muy bien hasta la fecha. Un empleado raso pasaba a formar parte del grupo de encargados, aumentando considerablemente su salario, cuando denunciaba a otro compañero, por hurto, deslealtad o falta de profesionalidad. De esta manera se conseguía que todos se sintieran vigilados entre sí y que cada empleado se dedicara única y exclusivamente a trabajar sin descanso, y sin comunicarse con nadie, que es lo que se tiene que hacer para no perder el puesto de trabajo y ser expulsado de los límites de la productiva Comarca del Norte.

Pero algo se rompió, algo cambió. El sistema dejó de funcionar hace un año, el día en que una de las “recolectoras” de la segunda planta se sintió mal, pidió ayuda reiterada porque tenía intensas palpitaciones en el pecho y nadie la escuchó. Murió de un infarto en medio del pasillo sin ser atendida y sin que ninguna persona le prestara ayuda por miedo a ser despedida. La mujer, que era de las más antiguas de la plantilla, acababa de cumplir cuarenta y cinco años y había sido denunciada, acusada de lentitud en el trabajo, un par de días antes, por un compañero de la división de los “almacenadores”, que rápidamente pasó a formar parte del cuerpo de encargados.

A la mañana siguiente de su muerte, amaneció un día de fractura en la gran fábrica de la Comarca del Norte. Ese día, el símbolo del Unicornio Azul apareció por primera vez pintado en el muro de la fachada Este a un lado y a otro de la puerta de entrada. A partir de este momento, el grupo del Unicornio Azul no ha dejado de actuar, y sus acciones han ido proporcionando esperanza a los trabajadores de la Compañía. Los empleados, antes muy dóciles, fueron cambiando de actitud. Algunos incluso comenzaron a atreverse a tararear la música de la canción prohibida cuando se acercaba algún encargado, y lo más extraño es que nadie más volvió a ser denunciado por deslealtad, ni por falta de profesionalidad, por ninguno de sus compañeros. Fue imposible saber quién había pintado el Unicornio Azul en la fachada Este de la fábrica, y una extraña tela de solidaridad se fue tejiendo poco a poco como un manto caliente, que actúa como escudo protector ante el despotismo de los encargados.

Hoy, el día del inicio de la gran Fiesta de las Ventas Navideñas, el símbolo del Unicornio Azul ha conseguido traspasar las fronteras de la puerta de entrada y muchos han podido contemplarlo en las columnas y pendiendo de los estantes, antes de que los encargados lo pudieran arrancar. La gran legión de almacenadores, recepcionadores y recolectores están preparados en sus puestos, todos tienen una extraña expresión en sus rostros. Por primera vez, parecen contentos. Cuando da comienzo el discurso de Kliv “Amazonia” cada empleado alza la voz en un grito sordo y acompasado. Cantan hasta desgañitarse la canción del Unicornio Azul, ahogando las palabras del discurso del Emperador de la venta on-line en un océano de versos, que reclaman la posibilidad cierta de recuperar la utopía con las manos. Los empleados abandonan sus puestos de trabajo mientras cantan “Mi unicornio azul ayer se me perdió/ pastando lo dejé….
”. 

Fuera de la fábrica todavía no ha despuntado el Sol, que se adivina muy tibio, pero ahí está, preparado en su lugar de astro imponente, listo para salir, aunque se obstinen en sujetarlo por los tobillos las brumas del frío invierno incipiente.
Carmen Barrios