viernes, 18 de febrero de 2011

Cuentos de ocho a diez

Estoy participando en un taller de cuentos en la librería Fuentetaja. El taller lo imparte el escritor Víctor García Antón y ha creado un blog para darle vidilla al asunto de la escritura cuentil, que se llama www.cuentosdeochoadiez.blogspot.com  y que os animo a que pinchéis. La idea es que todas las semanas colguemos un cuento una persona del taller. Es una iniciativa colectiva muy atractiva, que sirve para compartir nuestros relatos cortos con todo el que quiera asomarse a la página mencionada. Esta semana me ha tocado colgar a mi. Pego aquí también el cuento que he publicado en la página de Fuentetaja:  

El olmo

Me gusta el viejo olmo de la era de los “Tomasines”. ¿Cuántos años lleva aquí? Quién sabe,  doscientos, trescientos  años… Toda mi vida he admirando su magnífico tronco, sus ramas recias, la fuerza que emana de su presencia. Aunque desde que tuvo esa enfermedad de los olmos, ¿cómo se llama?, ¿grafiosis?, -sí, creo que se llama así- ya no es el mismo. Ha perdido las hojas y está como yo calvo y anciano, pero aun conserva  su tronco imponente y en primavera todavía se permite el lujo de echar unos cuantos brotes.  Son solo un pequeño fogonazo de luz, que colorean de motas verdes la corteza polvorienta del árbol. Más de uno en el pueblo le dio por muerto hace unos años.

Se le cayeron todas la hojas y pasó por él un año entero sin un solo brote, y claro, algunos listillos del ayuntamiento quisieron hacerlo astillas, pero los más viejos nos opusimos, faltaría más, ¡si este árbol ha estado aquí siempre! ¿Qué sabrán esos politiquillos? Menos mal que conseguimos frenar aquello y lo respetaron. Hace un par de años volvió a tener hojas, ha revivido el pobre y ahí está, en el  mejor sitio del nuevo parque.

Hay que reconocer que en esto sí que han acertado los del ayuntamiento. El parque nuevo le ha dado vida al pueblo. Lo que son las cosas, la antigua era de los “Tomasines” convertida en parque municipal, con su fuente, su buen estanque, ¡y lo que refresca en verano, el jodío estanque!, pero lo mejor son estos bancos tan cómodos para descansar.

Está un poco retirado del centro del pueblo, pero el paseo es agradable. Sobre todo ahora en primavera. Da gusto llegarse hasta aquí y sentarse un ratito bajo el olmo,  ya lo dice don Francisco el médico, “no hay nada como un buen paseo para controlar la tensión”. Y yo le hago caso, faltaría más, no se llega los 89 años sentado en un sillón, no señor.

Con lo que me gusta a mí venir cada día hasta el viejo olmo de la era de los “Tomasines”, me da fuerzas. Respirar su aliento me alarga la vida. Hay, los “Tomasines”, los “Tomasines”,…no queda ni uno. 

Tomás, el padre, y los tres hijos, todos muertos…, je, je…y bien enterrados. Lo que es la vida. Ellos tan fuertes, tan leídos, tan bien alimentados…mira que tenían buenas tierras los “Tomasines”…pero se equivocaron. Y anda que no le advertimos veces al viejo Tomás, “por ahí no, Tomás”, “con esos no, Tomás”, ¡Qué pesado se puso Tomás con presentarse a alcalde por los republicanos! ¡Y encima salió! ¿Y cuando se le ocurrió traer un maestro de la capital para la escuela? ¡Pero si aquí siempre dio clase el cura! ¿Y la que lió con los contratos de los jornaleros?... No eran tiempos para eso, Tomás…
Así acabó, enterrado ahí, debajo del olmo. Él y sus hijos, no dejamos vivo ni al pequeño, no fuera a ser que con el tiempo…El tiempo…, el tiempo…¿Cuánto tiempo ha pasado ya?...¿setenta años? ¡Qué barbaridad! ¡Cómo pasa el tiempo! Y los que les quedan, esos no salen de debajo del olmo, como me llamo Anselmo.

Carmen Barrios
Desenterrando el futuro 
Como ilustración de este relato pego la fotografía de una escultura de Domingo Huertes titulada  "Desenterrando el futuro". Forma parte de una serie de obras que tienen como trasfondo la reivindicación de la recuperación de la memoria histórica. 

domingo, 13 de febrero de 2011

Arte cerámico en Rivas

Un numeroso grupo de alumnos -46- del taller de cerámica de la Universidad Popular del Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid han reunido sus mejores obras en una exposición colectiva coordinada por Domingo Huertes, profesor del taller. La muestra se puede ver hasta el 25 de febrero en la sala de exposiciones del Centro Cultural Federico García Lorca.

La exposición recoge obras que los alumnos del taller de cerámica han ido realizando a lo largo de varios cursos y es un ejemplo de lo que se puede conseguir con motivación, medios, trabajo constante, dedicación y buen aprendizaje. 

La cerámica se presta a la escultura y al bajorrelieve y llega a nosotros como una brisa cálida que impacta los sentidos. Las formas de muchas de las piezas expuestas se prestan a la caricia y al contemplarlas cuesta sujetar los dedos, que casi sin querer se lanzan a tocar el barro rojo pulido y bruñido o el refractario, más tosco pero con texturas más pronunciadas. Los alumnos han trabajado magistralmente la forma y el color, aportando, cada uno desde sus posibilidades y su creatividad, obras de gran calidad que transmiten la solidez de un material, el barro, tan cercano a nuestra cultura.
Alumnos y profesor -en el centro- del taller de cerámica
Las Universidades Populares fueron una apuesta de los Ayuntamientos democráticos para acercar la cultura a los ciudadanos y para ofrecer espacios para el arte y para la formación perfectamente integrados con el entorno y accesibles a los vecinos. La de Rivas Vaciamadrid es una de las pocas que permanecen abiertas en la Comunidad de Madrid y tiene mucha vida. Además del taller de cerámica, hay talleres de pintura, bronce, danza del vientre, restauración de muebles, informática, inglés, bolillos, yoga, etc… un amplio plantel de actividades para uso, disfrute y aprendizaje de los ripenses. 


Pego también un poema alusivo al arte esculpir:  

Manos de verso
Una mano trabajada acaricia
el torso frío de una mujer de bronce.
Recorre cada imperfección metálica 
con el tacto de algodón de los que sufren.
Estos dedos, acostumbrados a dar vida
a formas sinuosas de imaginación imperfecta,
deslizan sus yemas de barro
sobre una superficie poco acogedora.
Manos recias, endurecidas,
que perfilan la vida con la punta de un buril,
manos de verso que dibujan el color de la utopía
sobre una plancha de caolín.
Manos de tierra roja,
¡queréis esculpir la huella de un beso de carmín!
Pero los besos se dan;
los besos se reciben;
los besos se sueñan, se palpan, se anticipan, se comparten…
¿Cómo esculpir la huella de un beso de carmín?


domingo, 6 de febrero de 2011

La basura como testigo


Entre cartones
Recoger cartones y papel vuelve a ser una alternativa para sobrevivir. Los contenedores de papel hace tiempo que no rebosan en mi barrio. Y no es precisamente porque venga el camión a vaciarlos. Una legión de personas en furgonetas se pasea por las calles de contenedor en contenedor, llegando incluso a meterse dentro si hace falta para sacar hasta el último periódico. Los efectos de la crisis se notan en el estado de las basuras. No solo porque haya menos residuos, como consecuencia del bajón en el consumo, sino porque el oficio de trapero vuelve a hacerse presente como una alternativa, dura, pero inmediata.

Otra imagen de la crisis se está produciendo en las puertas traseras de supermercados y mercados de abastos a la hora del cierre. Se está haciendo habitual que se reúnan personas sin recursos a recoger lo que tiran los comerciantes después de terminar la jornada. Lo he presenciado en dos de los supermercados de mi barrio, Moratalaz, y en el mercado. Se lo comenté al carnicero donde compro habitualmente y el hombre me dijo que cada vez se reúne más gente a esperar la hora del cierre: ellos sacan los restos y enseguida numerosas personas recogen todo aquello que se pueda aprovechar.

Los cuatro millones y medio de parados y el millón largo de familias sin ninguna prestación ni subsidio de desempleo en España comienzan a hacer mella pública. La pobreza enseña la cara en mi ciudad de una forma cada vez más evidente, aunque algunos se nieguen a darse cuenta y otros simplemente miren para otro lado cuando se cruzan con alguno de estos ciudadanos que se han quedado sin un plato en la mesa.

Hambre
 Hoy subo dos fotografías tomadas en el barrio de Lavapiés. Retratan dos dibujos magníficos pegados en las paredes que sirven para ilustrar y denunciar esa pobreza soterrada que subyace en las grandes urbes. El arte es un testigo siempre impertinente cuando se pone al servicio de la denuncia social, perdura y se clava en la retina, aunque sea expuesto en un muro de la calle. 


Pego también un poema y una fotografía que dialogan sobre las posibilidades del arte como transmisor de sentimientos y de denuncia.


Las paredes hablan
Oigo un rumor,
sale del muro.
La fachada
Cuando camino,
saltan imágenes,
los ojos
se me vuelven palabras
y toco
con la yema de los dedos
el despertar a la vida de una frase.
Las paredes hablan,
son testigo urbano,
¡permanentes
muros grises,
verdes, marrones o multicolores!
Expresan dolencias
o alegrías,
en trazos con letras mayúsculas,
con dibujos desesperados
rotos por la lluvia.