lunes, 6 de septiembre de 2021

FOTOPOEMAS DEL DESCONFINAMIENTO IV

 FOTOPOEMAS DEL DESCONFINAMIENTO IV

La vida se enrosca en mis pantorrillas como las cintas de unas alpargatas de campo, y sigo dialogando con Javier Castarnado en un intercambio creativo que nos conmueve y nos mueve a ambos a vivir una vida extra. 

Además, continuo con mi propio diálogo entre la imagen y la palabra que tanto me permite aclarar mi propia mente y desbocar mis sentimientos.


Cangrejos en las cunetas

Diálogos

Libertad



La grieta



La vida...en un momento

Deseo


Mujer en flor


Regalo





Para vivir




jueves, 5 de noviembre de 2020

FOTOPOEMAS DEL DESCONFINAMIENTO III

 FOTOPOEMAS DEL DESCONFINAMIENTO III

La nueva normalidad se está haciendo larga. Manos mal que tengo palabras para sacar en forma de poemas del alma todo lo que siento, en un diálogo fluido con mis fotografías y con las bellísimas ilustraciones que me envía Javier Castarnado. Tanto él, como yo, seguimos empeñados en este diálogo creativo que tanto nos inspira y nos conmueve.


Sombra de muerte


Sin cabeza

Mi corazón bombea y gasta vida

Solo peces de pan

La fuente de la vida

La fuerza de mil cíclopes

En mi presente

Roble eterno


lunes, 28 de septiembre de 2020

FOTOPOEMAS DEL DESCONFINAMIENTO II

 FOTOPOEMAS DEL DESCONFINAMIENTO II

Continuamos con los poemas del desconfinamiento. Javier Castarnado me invitó a bailar con una ballena y accedí encantada. Le puse palabras. Le envié unos versos para la resistencia y me devolvió una orgullosa amazona. Nuestra cooperación para crear fluye libre. Seguimos. 

El resto constituyen un diálogo con mis propias imágenes. Escribir me aclara las ideas y me motiva. 

Nunca cuerpo arrodillado


Espigas ciegas


Quiero ser ballena

Los pechos de la tierra

Ruedas de molino

Toro de fuego

Tengo mujeres en los ojos


La vida que salió de mí

El lago inmenso...de tus ojos 


Sombra de muerte

miércoles, 22 de julio de 2020

FOTOPOEMAS DEL DESCONFINAMIENTO I

FOTOPOEMAS DEL DESCONFINAMIENTO I

Comienzo una serie de fotopoemas del desconfinamiento. 
Se trata de pensamientos con foto que voy componiendo. Me gustaría ser capaz de reunir todos estos poemas en un bello libro, tanto los anteriores realizados con las ilustraciones de Javier Castarnado, como estos últimos del desconfinamiento, que he puesto a dialogar con mis fotos.


Montaña eterna


Aprendía a mar la vida


La vida pasa

                                                                                    Presente continuo

Me miro en tí





viernes, 5 de junio de 2020

LAS 'CUNAS DEL HAMBRE' EN LA VILLA Y CORTE DURANTE EL COVID-19






Las cunas del hambre en la Villa y Corte durante el COVID-19

“En la cuna del hambre, mi niño estaba/ con sangre de cebolla, se amamantaba”. He recordado estos versos inmortales de Miguel Hernández cuando he visto largas colas de personas esperando para recibir una bolsa de comida. En los barrios de clase trabajadora de Madrid muchas personas, sobre todo mujeres, solas o con sus hijos pequeños, hacen filas interminables con su mascarilla puesta, esperando una ayuda que llega de la solidaridad vecinal fundamentalmente, porque el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid no saben, no contestan. 
Madrid se ha convertido en un lugar decimonónico, en el que la caridad y la solidaridad  de sus vecinos y vecinas está sustituyendo a derechos constitucionales, porque los gobernantes madrileños son de la ideología de dejar actuar al mercado y no intervenir. ¿Cuánto podrá aguantar en estas condiciones la ciudadanía madrileña?
Las privatizaciones y el deterioro, y desmantelación, de lo público en Madrid, Ayuntamiento y Comunidad, en materia sanitaria, asistencial y social está mostrando, más que en ningún otro lugar de España, que esa ideología mata y empobrece, crea desigualdades profundas y no aporta solución alguna a la mayoría social cuando se declara una emergencia sanitaria, social y económica como la actual, provocada por la pandemia.
Las asociaciones de vecinas y vecinos y un variopinto tejido social, que se nutre desde asociaciones deportivas a culturales, pasando por las tradicionales de asistencia a migrantes o población desfavorecida, se han tenido que coordinar y poner manos a la obra para ayudar a una parte significativa de la población de Madrid que se ha quedado sin un euro de un día para otro debido a la crisis desatada por el COVID-19, que ha devenido en brutal azote de hambre. Hay una escandalosa emergencia social en Madrid, que desoyen tanto la presidenta de las lágrimas de cocodrilo y los pisitos de lujo, como el Alcalde sordo, mudo y ciego, que cada vez se parece más al monito de las ilustraciones.
Miran para otro lado y solo actúan para distraer. La una, Ayuso, escenificando políticas de imagen que compran los medios, enfocadas a ocultar el desastre de su gestión de la emergencia por la pandemia que es escandalosa, debido a la profunda corrupción que el Partido Popular y sus socios llevan tramando durante décadas en la Comunidad de Madrid. Madrid ha sido y es un nicho abonado para que empresarios y empresas sin escrúpulos –Sarasolas, Florentinos, Koplovichs, fondos buitres de aznares y botellas, etc- hagan fortunas a costa de privatizaciones de los servicios públicos como la sanidad y la asistencia a los mayores, que han costado vidas durante esta pandemia y han colocado a Madrid en el top ten de los contagios y los fallecimientos por Covid de toda Europa. La presidenta Ayuso se retrata como Mater dolorosa y mártir del Gobierno de España, mientras azuza las bajas pasiones de los señoritos de los barrios pudientes, que se envuelven en la bandera de España y pelean por sus privilegios de clase, palo de golf en ristre, en caceroladas de opereta en las calles chic de la Capital. Las campañas de Ayuso crean odio y distraen de lo importante, que el Gobierno de Madrid no resuelve, sigue teniendo la sanidad y la asistencia a los mayores bajo mínimos, a los trabajadores y trabajadoras de los hospitales se les maltrata sin protección suficiente y con contratos y salarios precarios y la atención primaria sigue congelada. Todo esto se está pagando con las vidas de la gente.
El otro, el Alcalde Almeida, mira la vida pasar. Callado pasa desapercibido y sube en las encuestas, simplemente porque no parece un cabestro de la derecha que embiste, como sus socios del partido verde vómito y su socia Ayuso. Inaudito.
Me pregunto, ¿dónde está la Administración más cercana a la ciudadanía, el Ayuntamiento de Madrid?, ¿dónde está?, ¿qué está haciendo para paliar esta emergencia social de sus vecinos y vecinas?
Según se puede leer en medios diversos el Ayuntamiento está callado y de brazos caídos. Como mucho, los servicios sociales saturados derivan a las personas necesitadas a los puntos de distribución creados por las asociaciones coordinadas para la recogida y reparto de alimentos en un gran número de distritos de Madrid, como Carabanchel, Latina, Centro, Moratalaz, Usera, Villaverde, ...
El Ayuntamiento no hace nada, ante la emergencia. No contrata personal asistencial especializado, no activa redes de ayuda, no se arremanga y se pone a trabajar al frente de la coordinación, nada. El tejido vecinal de los distritos de Carabanchel/Latina, muy afectados por la pobreza con cara de hambre sobrevenida en esta pandemia, solicitó hace un par de semanas que las escuelas de cocina municipales se pusieran a hacer comidas calientes para gente sin recursos, ni posibilidades de hacerse una comida caliente, ancianos, personas con movilidad reducida, o personas que viven en habitaciones sin derecho a cocina, que hay mucha necesidad. El Ayuntamiento anunció la apertura de una de estas escuelas, pero las asociaciones se encontraron con que toda la infraestructura la tenían que seguir poniendo ellas con el trabajo voluntario de la gente que se apunta a ayudar. ¿Es posible que el Ayuntamiento de la capital del Estado no sea capaz de poner en marcha una red asistencial de emergencia que ayude a sus vecinos? Estamos en el siglo XXI. Hablamos de la capital de un Estado de la Unión Europea. La institución más cercana a la ciudadanía, ¿para qué sirve?, le pregunto al Alcalde Almeida, regidor capitalino. ¿Dónde está el Ayuntamiento de Madrid -que ahora tiene las cuentas saneadas, gracias a que la anterior corporación de Ahora Madrid hizo bien su trabajo y sobre todo, no robó ni privatizó, ni endeudó más a sus vecinos y vecinas con obras faraónicas-, por qué no actúa ya?
La solidaridad popular se ha puesto en marcha en los barrios de clase trabajadora donde el pueblo salva al pueblo, creando esas redes de ayuda que deberían haber puesto en marcha el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, que tienen las competencias y los recursos para ello. En estos barrios se usan las cacerolas para preparar sustento para paliar el hambre que ha traído el capitalismo ramplón, ladrón, zafio y oportunista del que se benefician los de la cacerola de marca del barrio de Salamanca. Un capitalismo de amiguetes minado de corrupción y adornado con la ley laboral rajoniana, que ha hecho de este Madrid -Villa y Corte- y de su Comunidad, el epicentro de la corrupción y que se ha quedado desnudo, mostrando en la pandemia del COVID-19, que si se privatizan los servicios públicos, si se detraen recursos de lo público y se inyectan en lo privado la gente se empobrece a manos llenas, se muere sin la asistencia adecuada y se cae con facilidad, y de un día para otro, en la cuna del hambre.
El deterioro estructural social que tiene Madrid se detiene con políticas públicas, con inversiones en los servicios públicos y con políticas fiscales redistributivas, que amparan a las personas y son una buena fórmula de reparto de la riqueza. La solidaridad y caridad vecinal es una solución coyuntural ante una situación extrema como la que se sufre, nunca puede sustituir a largo plazo la acción de las Administraciones Públicas guiadas por los gobiernos. La caridad nunca sustituye a los derechos.
O el pueblo de Madrid exige derechos o crecerán las cunas del hambre.
Este artículo ha sido publicado también en Nueva Tribuna
Carmen Barrios Corredera

  

miércoles, 3 de junio de 2020

MÁS FEMINISMO PARA SUPERAR TIEMPOS DE PANDEMIA





MÁS FEMINISMO PARA SUPERAR TIEMPOS DE PANDEMIA

Cuidar. El primer acto civilizado de la Historia fue el momento en el que un ser humano cuidó de otro. Me acojo a esta idea para afirmar que el único camino, capaz de proporcionar otras certezas que amparen la vida y las redes de sustento necesarias, es más feminismo. Ideología de la igualdad, de la coherencia, del reparto, de la inclusión, de la cooperación, de la solidaridad y la sororidad, que preconiza poner la vida en el centro, organizando la sociedad de los cuidados, del mimo entre los comunes.
No se puede construir nada sin contar con las mujeres y sus aportaciones para mejorar la vida de todas las personas. La historia lo refrenda.
Las mujeres fueron las que pusieron pie en pared en la revolución francesa, salieron a tomar la Bastilla las primeras, con sus picas y sus palos, porque el sistema era insostenible, el hambre mataba a los hijos. Indicaron el camino de un cambio de paradigma.
En la otra gran revolución histórica, la revolución rusa, también fueron ellas las que pararon el sistema para reiniciarlo. Pararon la fábricas de San Petersburgo un 8 de marzo, contagiaron de huelgas toda Rusia, y a los nueve días cayó el Zar. Comenzó una nueva era, en la que una de ellas, Alexandra Kollontai, que fue la primera mujer en la historia en ocupar un puesto de ministra en un Gobierno, pone en marcha un sistema político de servicios sociales públicos (asistencia sanitaria, asistencia a mayores y personas dependientes, asistencia a la infancia, guarderías y escuelas infantiles, etc) para poder atender a las personas según sus necesidades y liberar a las mujeres de las tareas de los cuidados en la medida de lo posible, con una cobertura del Estado como colchón y abrigo social. Ella fue la creadora de lo que luego se conoció como “Estado del Bienestar”, que en las democracias avanzadas de los países nórdicos lo desarrollaron con éxito situando a su ciudadanía en las cotas más altas del Índice de Desarrollo Humano que elabora Naciones Unidas. Cuando la sociedad en su conjunto se hace corresponsable del cuidado y bienestar de todas la personas se da un gran paso humano.
Históricamente los postulados inclusivos y de reparto reclamados por las mujeres, que hoy se atesoran dentro del recorrido político del feminismo, se han mostrado necesarios para cambiar sociedades. Cuando las mujeres participan, no se las aparta y se las incluye y atiende en la corresponsabilidad de aportar para el desarrollo de los países se enriquece la vida de todas las personas y se progresa en conjunto.
Patriarcado, capitalismo y COVID-19
Cuando llegó el COVID-19  a las vidas de todas las personas del planeta, el capitalismo patriarcal estaba en su pleno apogeo. Las mujeres feministas ya llevaban tiempo en las calles advirtiendo que el actual sistema depredador, que busca la máxima rentabilidad en cualquier actividad por pequeña que sea, no era el camino, porque explota de forma salvaje a las personas, y doblemente a las mujeres y a la madre tierra. Así no es posible continuar. 
Para salir en condiciones de la situación límite creada por la pandemia se hace necesario un modelo antagónico al actual, al de la sociedad del lucro, del consumo, de la competitividad entre los seres humanos, que hace aguas en cada crisis que se presenta y que lejos de aportar soluciones de salvaguarda para las mayorías sociales, trae sufrimientos en grandes dosis para los comunes, desastres medioambientales cada vez más frecuentes y enriquecimiento desmedido para tan solo el 1% de la población mundial.  
El feminismo tiene mucho que aportar. Es resistente, combativo, señala y denuncia sin maquillaje este modelo económico, político y social por el que se permite esquilmar y sacar rentabilidad a cualquier especie o brizna de vida que hay sobre la tierra muy por encima de las posibilidades de la propia vida sobre la tierra. De ahí la ofensiva de lo más recalcitrante y retorcido del patriarcado capitalista contra los avances de las mujeres. En España esto se traduce en una criminalización espuria del último 8M, hasta el punto de que se ha llegado al extremo de usar, por parte de una judicatura retrógrada y miope, a la Guardia Civil, un cuerpo de la Seguridad del Estado, que ha elaborado informes falsos con el objetivo de culpar a las mujeres feministas de la transmisión virulenta del Covid-19.  Este tipo de actuaciones del cuerpo verde oliva le deshonra y provoca que pierda respeto social, al situarse fuera de su cometido democrático.  Los ataques a las feministas de corte Bolsonaricos o Trumpianos en España  y otros países persiguen volver a meter en casa a las mujeres, ayudados en abrazo por los postulados de unas cuantas iglesias que reproducen, en lo cultural, lo peor del dominio de los hombres sobre las mujeres.
La filósofa Rosi Braidotti analiza en Por una política afirmativa que “el movimiento social de las mujeres destaca por su capacidad de autogestión, energía organizativa, potencia visionaria y estructura carente de líderes. Movido por aspiraciones de libertades colectivas y compartidas, el respeto de las diversidades, el deseo de justicia social y simbólica, y la política de la vida cotidiana, el feminismo es un movimiento político apasionado, irónico y políticamente riguroso. Irreverente en relación a las normas dominantes, pero responsable hacia los grupos de mujeres de los que encarna la rabia y la imaginación”.
Me quedo con esa frase de Braidotti que afirma que “el feminismo es la política de la vida cotidiana”.
La pandemia muestra ahora, más que nunca, que se requiere el cuidado de lo colectivo, y que las sociedades saldrán adelante cooperando, mimando el Planeta, y de forma colectiva o no saldrán. Es más necesario que nunca un movimiento social y político como el feminismo, que pone la vida en el centro y no discrimina, que huye de fuertes liderazgos y escucha, que abraza el diálogo para la búsqueda coordinada de soluciones a los problemas. En este sentido, son un buen ejemplo las políticas del amparo a las personas y del acuerdo, que se están impulsando desde el Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos en España. Este Gobierno ha dado un paso importantísimo con la aprobación del Ingreso Mínimo Vital, ejemplo vivo de la necesaria puesta en marcha de esa política de la vida cotidiana, que mira a las personas y que protege las cosas de comer. El feminismo encarna, como ningún otro movimiento político, la necesidad del cuidado de lo social para no dejar a nadie atrás, aporta soluciones colectivas desde el positivismo de la acción política que cuida la vida. Debe ser transversal y afectar a todas las políticas que se implementen.
Las mujeres feministas del siglo XXI no solo reclaman el derecho a la igualdad, exigen además el cuidado de la madre tierra como fuente de la vida y una relación con ella que la preserve, cuide de la biodiversidad de plantas y especies y no esquilme, porque es imposible desligar los cuidados a la tierra y los cuidados que necesitamos las personas que la habitamos. Y esta pandemia, en palabras de Vandana Shiva “no es un ‘desastre natural’, así como los extremos climáticos no son ‘desastres naturales’. Las pandemias de enfermedades emergentes son, como el cambio climático, ‘antropogénicas’, causadas por actividades humanas (…). Todas las emergencias de nuestros tiempos que amenazan la vida tienen sus raíces en una visión mundial mecanicista, militarista y antropocéntrica de los humanos como algo separado de la naturaleza, como dueños de la tierra que pueden poseer, manipular y controlar otras especies como objetos con fines de lucro”. Las mujeres feministas del siglo XXI exigen cuidar la tierra, porque es el único paraíso posible, al que de verdad se puede aspirar en esta vida.
Durante los días de pandemia se ha visto con claridad que el sistema patriarcal y capitalista, basado en el lucro egoísta, irresponsable y criminal de unas poderosas minorías tiene los pies de barro. La grandeza de las elites se sustenta en una mentira repetida millones de veces, que choca con la preservación de la vida digna. La mentira neoliberal que afirma que Tener está por encima de Ser, y en esa competencia por tener se beneficia la sociedad en su conjunto, es una falacia que mata y que se sustenta en la supremacía de la voluntad de poder del varón blanco y rico sobre el resto. En esta pandemia mundial un virus microscópico ha mostrado que el patriarcado capitalista es un monstruo desnudo y muy feo, ineficaz, depredador, egoísta, que usa a las personas y las tira a la basura una vez que las ha exprimido hasta sacarles el último jugo, como un limón en la cadena de montaje de una fábrica de refrescos.
En la Comunidad de Madrid, que es un paradigmático ejemplo de cómo funciona este sistema, se ha despedido de un plumazo al personal médico, de atención, limpieza y logística contratado en IFEMA, se ha echado a la calle a personas que han arriesgado sus vidas para salvar a otras, trabajando sin descanso durante los peores días de esta pandemia. En lugar de mantener e incorporar a esas personas a los servicio públicos, comunitarios, que están tan mermados y tan necesitados de efectivos, en esta Comunidad en la que hay una emergencia social que abruma, se ha decidido no contar con ellos y con ellas en aras de la rentabilidad y del robo de las élites. Para salir de esta hay que apostar de forma decidida por el sector público sanitario y de los cuidados, y no por lo contrario, como hace el Gobierno del PP en la Comunidad de Madrid. Hay que apostar por la escuela pública, y no cargarse de un plumazo 14.000 plazas, como denuncia CCOO de enseñanza en Madrid que ha hecho el Gobierno de Ayuso; hay que potenciar los hospitales públicos, no privatizarlos de forma encubierta, como ha hecho el Gobierno de Ayuso con el Niño Jesús; hay que cuidar el medio ambiente, no dar una vuelta de tuerca a la liberalización del suelo en Madrid para esquilmar y ‘rentabilizar’ los espacios naturales. ¿Acaso estas políticas depredadoras benefician al conjunto de la población madrileña? Madrid es la Comunidad con la renta media más elevada y también la que peor reparte. Es el lugar con más desigualdades y más nichos de crecimiento de la pobreza de España.
Las mujeres en tiempos de pandemia
Cuando las mujeres se quejan, se manifiestan y exigen la vía feminista de la inclusión y la igualdad es porque la bota del patriarcado capitalista que esquilma y explota aprieta sus cuellos más que nunca. La crisis del COVID-19 muestra con escándalo que las mujeres están siendo las más afectadas, en todos los sentidos, y que eso es una característica desgarrada y violenta de la desigualdad que provoca el patriarcado capitalista.
La violencia hacia las mujeres se manifiesta de forma física y cotidiana en los hogares confinados como la gota malaya, que no cesa, que sigue matando en la intimidad del lugar que se presupone un refugio, pero que para miles de mujeres es una cueva en la que domina una fiera que desgarra. No hay tregua en la pandemia.
La violencia también se manifiesta fuera de las casas, porque es violencia el desprecio que estamos presenciando con salarios de miseria y trabajos precarios hacia las personas que están poniendo el cuerpo en esta pandemia en España, que son mayoritariamente las mujeres las que ocupan los trabajos del sector de los servicios y la atención a los y las demás personas. Sectores muy deteriorados debido a la legislación laboral involutiva puesta en marcha por el Gobierno del PP con Rajoy a la cabeza, y que es necesario derogar ya. Es necesario organizar las sociedades bajo otros criterios y paradigmas de dignidad.
Sobre las espaldas de millones de mujeres, con los derechos mermados, está sujetándose con parihuelas el sistema patriarcal capitalista que las explota doblemente. Tal como recogía Marisa Koham en un articulo reciente en Público, citando a la economista feminista Carmen Castro, las mujeres están en primera línea sosteniendo la vida. Ellas suponen el 85% del personal de enfermería y ocupaciones relacionadas; el 70% de las trabajadoras de farmacias; el 90% de las limpiadoras de empresas, hoteles y hogares (incluido el servicio de empleadas domésticas) y cerca del 85% de las cajeras de supermercados. Ellas son las que atienden, todo el tiempo a los demás, dentro y fuera de la casa. Ellas están ahí, poniendo el cuerpo siempre. También las mujeres del campo, jornaleras de la fresa, trabajadoras de la tierra explotadas, invisibilizadas, olvidadas y tan necesarias.
María Sánchez afirma en Tierra de Mujeres (Seix Barral, 2091), que “Las mujeres siguen siendo invisibles aunque estén ahí. Trabajan con ellos y no son titulares de la tierra. No toman decisiones. Pero trabajan todos los días. Tienen tiempo para todo. Las llaman mujeres todoterreno como alabanza, cuando debería reprocharse y ser visto como algo malo que una mujer esté disponible para todo y para todos siempre”.
Esto es aplicable al campo y a la ciudad, es fruto del patriarcado, que al invisibilizar el trabajo y los esfuerzos de las mujeres, los desvaloriza de tal manera que en una economía capitalista se aprovecha para hacer dobles rentas de los cuerpos y del trabajo de las mujeres, sacando plusvalías que están desangrando el cuerpo social de los sustentos.
La pandemia está mostrando la verdadera cara del sistema.
Las mujeres feministas tienen que seguir de pié, mostrando lo altas que son, su talla política y social, y sus ganas de aportar soluciones para cambiar las cosas. El momento es difícil, dramático, terrible, pero es un momento decisivo en el que se puede inclinar la balanza hacia un espacio que ampare las vidas dignas, que provea, que cuide. Para salir de esta hace falta más feminismo, más reparto, más inclusión, más igualdad, más cuidado a la madre tierra. Se lo debemos a los hijos que hay sobre la tierra y a los que vendrán, se lo debemos a las miles de especies que conforman esa biodiversidad que nos da la vida.
Este artículo ha sido publicado también en Asamblea Digital y en Nueva Tribuna.
Carmen Barrios Corredera, escritora y fotoperiodista.