viernes, 30 de mayo de 2014

La vida...más allá de un pié

En la arena



























Una fotografía conecta con un poema gracias al poder de las imágenes. En ambos son las imágenes las que comunican, las que conmueven, las que evocan.

En el caso de esta fotografía y el poema que hay debajo, las conexiones son tan sencillas y tan naturales que hay poco que explicar, porque, ¿cómo explicar por qué algunas imágenes dan vueltas dentro de nuestra cabeza, hasta que las dejamos salir?

Realicé esta fotografía en una playa desierta. Sé que evoca lo peor, porque un pié inerte rebozado en arena anuncia derrota, la última derrota. Pero nunca se sabe, ¿qué es lo que hubo o lo que puede haber más allá de un pié? 

¿Qué hay más allá de un pié?

¿Qué hay más allá de un pié?

Un ojo izquierdo
conectado a un dedo gordo,
que marca el universo
con su huella digital.
Se halla tu risa
de niño maduro
unida al meñique llorón,
por una cadena oculta
de rastros en la piel.

¿Qué hay más allá de un pié?

Un pensamiento sonoro
que bulle en tu cabeza
y asalta mi oreja
de caracola,
y se instala allí
y da vueltas y vueltas
y más vueltas,
hasta colonizar esta tierra sin defensas.

¿Qué hay más allá de un pié?

Un manotazo sordo,
una caricia suave,
un salto hacia delante,
el mar infinito,
el sol radiante,
la vida plena,
un hombre muerto,
un punto y parte.

Cualquier cosa cabe,
más allá de un pié.

lunes, 12 de mayo de 2014

El vuelo de la gacela

El vuelo de la gacela



De vuelos interiores

Una mujer vuela, da un salto interior que la catapulta hacia otro espacio, hacia otro tiempo, hacia otra dimensión, lugares todos ellos que se encontraban dentro de lo más íntimo de su ser, pero no los veía. Ella tuvo la sensación de que se salía de sí misma, para poder encontrarse de nuevo con la persona que fue. Era como si volara, como si su cuerpo se hubiera transformado en una especie de tul impulsado por la brisa y dio un salto ágil como el vuelo de una gacela.

Representar este vuelo daba vueltas dentro de mi cabeza y una fructífera mañana de invierno, visitando el interior de la catedral de Lisboa, supe que iba a conseguir captar esa imagen. Vi cómo mi hija y la hija de mi compañero se divertían dando saltos -como auténticos vuelos de gacela- por los pasillos desiertos del claustro de la catedral. La iluminación era perfecta, envolvente, suave y decadente, una auténtica invitación para poder plasmar mis pensamientos. Comencé a disparar fotografías mientras ellas jugaban y conseguí captar esta imagen tan armoniosa, tan bella y tan etérea.  

Al contemplarla, se eleva una con ella, se diría que el cuerpo de la niña se ha descompuesto durante el salto, casi ha desaparecido, para volver a recomponerse después, justo cuando su pié llegue por fin a hacer contacto con el suelo. Pero esta recomposición se recrea solo dentro de nuestras cabezas, como un acto mágico de la imaginación que necesita cerrar la cadencia del salto, porque la fotografía solo muestra el instante del impulso, el ímpetu del inicio de la acción del salto.

Me gusta mucho esta fotografía, porque el estatismo frío y muerto de la piedra contrasta con el ímpetu y la fuerza de la vida. Además, el encuadre triangular es perfecto y equilibrado y la luz acaricia la imagen con magia, lo suficiente para que se pueda ver el cuerpo difuminado de la saltadora, acentuando así la fuerza del impulso y del movimiento.

Escribí este poema antes de tomar la fotografía. Puede ser un complemento para la foto, porque habla de vuelos interiores, de aquellos vuelos cotidianos que solo puede dar una misma.

Vuelo

Vuelo,
con zapatillas nuevas
de andar por casa.

Vuelo,
con zapatillas nuevas,
de mi lecho a otro lecho.

Vuelo,
con zapatillas nuevas,
de mi casa a otra casa.

Vuelo,
con zapatillas nuevas,
de mi vida a otra vida.

Vuelo,
con zapatillas nuevas,
con la luz encendida.
De mi lecho a otro lecho,
de mi casa a otra casa,
de mi vida a otra vida,
con zapatillas nuevas,
de andar por casa.