La casa de todos |
1 de Mayo 2020 en confinamiento por COVID-19. Memoria y justicia social, mucho por
reivindicar
El 1 de
Mayo de 2020 celebramos y reivindicamos en casa una fecha que nos pertenece. Se
cumplen 130 años de historia de luchas en España que celebramos y reivindicamos
confinados, pero no en soledad, orgullosos de pertenecer al equipo de los
comunes. Millones de trabajadoras y trabajadores del mundo entero estamos hoy
en nuestros domicilios, en nuestros refugios recordando quienes somos: personas
trabajadoras, que unidas a miles, a millones, construimos el presente y hacemos
grande una historia que nos pertenece, que labramos exigiendo vidas dignas que
hacen avanzar el mundo. Es la primera vez -desde la infancia para muchos- que
no acudiremos físicamente a esa manifestación anual en la que las personas que
nos reconocemos hermanas de la clase trabajadora nos reunimos para rendirnos
homenaje mutuo y continuar reclamando derechos.
En la
memoria de algunos queda el recuerdo de la manifestación del 1 de Mayo de 1975.
Los militantes organizados del todavía clandestino Partido Comunista de España
convocaban una concentración-celebración-comida popular en el Pinar de la Siete
Hermanas de la Casa de Campo junto a los miembros del también clandestino sindicato
CCOO. La intención que subyacía era recuperar espacios de libertad política,
sindical y social en un lugar emblemático, ganado para el pueblo un 30 de abril
de 1931, cuando la Casa de Campo fue confiscada por el Gobierno de la II
República y entregada oficialmente al Ayuntamiento de Madrid como parque de uso
público para el disfrute de los comunes. Hasta ese día era el Parque de la
Corona, reservado para la Casa Real y los nobles. Así, el 1 de Mayo de 1931 las
gentes de Madrid salieron masivamente a celebrar el Día Internacional del
Trabajo con comidas populares en ese espacio físico conquistado para el pueblo,
que se convirtió en un símbolo.
Dicen
las crónicas de nuestros padres y madres, que cuando los convocados de 1975 se
sentaron a compartir la comida el pinar fue rodeado por la policía nacional a
caballo. La gente decidió permanecer sentada, familias enteras, haciendo un
picnic campestre -prohibido por la dictadura- obviando las sombras grises, que
se alzaban sobre sus cabezas formando alrededor del pinar como un ejército de
confederados dispuesto a cabalgar sobre el campamento de los Siux.
Todavía
no había muerto Franco. Muchos no olvidan. La memoria ayuda a construir el
presente con mayor libertad. Hace 45 años de aquello. Mediados de los setenta
era un hervidero de huelgas y manifestaciones, de gentes gritando libertad y
reivindicando derechos que luego fueron reconocidos en la Constitución española
gracias a la presión ejercida en las calles por nosotros y nosotras, los y las
comunes, las gentes trabajadoras que no nos conformamos y que exigimos justicia
social en cada época que nos toca vivir y construir.
El 1 de
Mayo del 2020 saldremos al balcón a manifestarnos como mujeres trabajadoras que somos, porque tenemos mucho
que reclamar en esta vida desigual que nos toca vivir.
La
pandemia desatada por el COVID-19 ha mostrado la debilidad del sistema
capitalista, que promueve la competitividad individual y la privatización de lo
público, lo común, lo que es de todos, desde la filosofía neoliberal, que por
desgracia se ha ido imponiendo como fórmula cultural y económica desde que
Thacher y Reeagan iniciaran la gran involución social en los años setenta del
siglo pasado.
No hay
que olvidar que en la crisis de 2007 los poderes económicos dieron una vuelta
de tuerca extra contra los derechos sociales y laborales, haciendo recaer sobre
las espaldas del cuerpo social y de las y los trabajadores el desastre de la
crisis. Desastre que se cebó especialmente sobre las mujeres, desestabilizando,
precarizando y depauperando empleos del sector de los servicios, especialmente
ocupados por ellas como son el comercio, la limpieza, los cuidados, la salud y
la educación. Sectores que, en esta pandemia del COVID-19, están sujetando en
parihuelas al país, con personas que están trabajado hasta dejarse la piel y la
vida, en algunos casos, para atender y salvar al resto con contratos y salarios
muy precarios.
En la
crisis económica de 2007 se socializaron las pérdidas de los negociantes de
casino y fuimos nosotros y nosotras los que pagamos con recortes de los
servicios públicos y de los salarios un desastre económico del que todavía no
se había terminado de salir, cuando se desencadenó esta pandemia.
Muchas
personas saldremos al balcón el 1 de Mayo de 2020 con la vista puesta en el
después. Cuando por fin comience la desescalada y podamos regresar a la vida
normal, lo haremos con la intención de terminar con la “normalidad” impuesta
por el capitalismo neoliberal, que es una anormalidad enfática que mina la vida
digna.
Durante
la pandemia se ha visto con claridad que han sido las iniciativas promovidas y
coordinadas por el Estado, en forma de ayudas y regulando ERTE’s para proteger
el empleo, con fondos y recursos públicos -doscientos mil millones de euros
puestos a circular, para frenar el desastre que se cernía sobre los más-. A
ello se han sumado también numerosas decisiones solidarias de cooperación
-impulsadas por las gentes en los barrios- para atender a los demás y dar de
comer a miles de personas, que quedaron sin empleo ni recursos de un día para
otro y que en grandes ciudades, como Madrid, ni Ayuntamiento ni Comunidad
Autónoma han respondido para poner más dotaciones en los servicios sociales
capaces de solventar las cosas.
Cuando
las Administraciones no llegaban, precisamente por falta de recursos en los
servicios sociales de personal y de fondos en Ayuntamientos y Comunidades
Autónomas, debido a los recortes y el adelgazamiento de lo público -que dejó la
crisis económica anterior- han estado el poder del Estado organizado y las
personas solidarias para actuar con decisión y eficacia.
Esta
pandemia ha mostrado evidente que es muy necesario fortalecer las estructuras
de los servicios públicos universales, como son la sanidad, los servicios
sociales, la atención a los ancianos, en definitiva, invertir en todos aquellos
servicios públicos de los cuidados que ayudan al sostenimiento de la vida
digna. No podemos permitir más una sociedad desnuda.
Trabajo digno
Además,
se hace necesaria una legislación laboral que proteja el empleo. Resulta
escandaloso e inadmisible, por ejemplo, que el personal médico –médicas,
enfermeras, celadores, personal de limpieza y cocina de los hospitales,
conductores de ambulancia, etc- que está atendiendo y poniendo el cuerpo en los
hospitales en la lucha contra esta pandemia que devora vidas, lo estén haciendo
sin la debida protección física (batas, material, epis…) hacia sus personas, con
contratos precarios, sueldos bajos y sin expectativa de continuidad. O, por
poner otro ejemplo, que los trabajadores de las plataformas de servicios de
mensajería a domicilio estén subidos al coche, la furgoneta, la moto o a bici
sin derechos, sin cubrir por contrato alguno y sin protección ni respaldo
legal. Lo mismo pasa con los trabajadores y trabajadoras del campo, los
braceros y temporeras, jornaleros –migrantes o no- tan esenciales en esta
crisis del COVID para llevar comida a las mesas de toda la ciudadanía y tan injustamente
maltratados laboral y vitalmente.
No
puede mantenerse la dignidad de un país con el cuerpo social roto por
condiciones laborales injustas y dejadas al albur de las fluctuaciones del mercado.
Todo esto se tiene que corregir.
La
llamada vuelta a la “normalidad” debe hacerse, en fin, contemplando cuales son
las cuestiones esenciales que permiten que las gentes de un país vivan
dignamente, y apostar de forma decidida por un cambio de rumbo que proteja las
cosas de comer, pan, trabajo, techo y todos los adelantos que permiten dignidad
y confort.
En la
salida digna y conjunta de esta crisis hay que pensar primero en que la gente
coma, con un ingreso mínimo vital asegurado, tal como propone el Gobierno de
España.
Y a
continuación ponerse a pensar en el país que queremos construir. Uno nuevo
pensando en lo colectivo, lo social, lo público, protector de las personas y
las vidas dignas, en el que se cuide el medio ambiente y la autosuficiencia
agroalimentaria, en el que la energía limpia fluya, que se puede, y no sea
producto para especular, sino para el bienestar de la población, un país que le
de una vuelta al fortalecimiento de su industria y que transforme todo ese
caudal que se invierte en armamento que no necesitamos en inversión en
investigación y desarrollo. O, por el contrario, un país que retorne a la
“normalidad” del capitalismo neoliberal –que es ineficaz y ha costado miles de
vidas en esta pandemia- en el que cualquier brizna de vida puede ser objeto de
lucro o especulación, que no reparte la riqueza, hay desigualdad creciente y
cada vez más focos de escandalosa pobreza.
La
pregunta es, ¿de verdad es tan costosa la vida digna?
O más bien ¿qué es una vida digna?
En este
1 de Mayo tan especial, en confinamiento, hemos recordado como un 1 de mayo del
año 31, la Casa de Campo dejaba de ser un coto cerrado –en el más estricto
sentido del término- y se convertía en
un espacio común, con la importancia, que hoy ha vuelto a tener el significado
del término, si algún día lo dejó de tener. Y aquellos ciudadanos del Madrid de
la época, al igual que aquellos madrileños del año 75, aquellos comunes y
comunistas, término vilipendiado en
estos días por las derechas -que en España han sido siempre una casta de
parásitos- de forma conocidamente peyorativa. Sin la lacra que toda una
corriente de intereses ha querido echarle encima, sobre todo desde los males
del estalinismo, hecho utilizado para confundir el todo con la parte, es decir
el término y su significado, el más radical sentido de la palabra. Comunista,
según el sentido etimológico, es el partidario de la organización y cuidado de
lo común. Viene del latín “communis”, común, y el sufijo griego “ista”, el que sigue cierta doctrina. Es decir lo común, como base del desarrollo
humano. El comunismo en la actualidad no niega la propiedad privada, sí su
acumulación desmedida y el sistema de corrupción sociopolítica que instala hoy el
neoliberalismo. Sigue proponiendo la más relevante identidad de lo comunitario,
lo común (lo que es de todos, lo que es público para toda la sociedad como
derecho) como uso y base de lo que se vive, o con lo que vivimos. Los
comunistas señalan que los pilares esenciales de desarrollo y dignidad social
deben estar en manos de los gestores de lo común, el órgano que representa a todos
de alguna u otra forma: el Estado democrático y de derecho. El Estado por
tanto, es el espacio garante y común de las necesidades y también el promotor
de las herramientas de crecimiento y progreso de los ciudadanos (Estado del Bienestar),
primero como generador de escenarios que faciliten una vida digna en todas sus
etapas, respondiendo a las tremendas inseguridades de la vida desde su
nacimiento y asegurando al individuo el desarrollo pleno de todas sus
potencialidades.
El
primer paso de la vida digna, por tanto, es existir con las necesidades
resueltas y con las igualdades dispuestas, es decir, no solo existir
materialmente, sino apoyar a todos por igual (otorgar las herramientas) para
facilitar las potencialidades de cada uno.
Tener
derecho a una vida digna, por tanto, es una consecuencia lógica de la evolución
humana que debe desarrollarse de forma paralela a la protección y la armonía
con la naturaleza.
¿Tienen las personas el derecho a una vida digna?
Obvio,
porque ese es el Paraíso –el Paraíso como metáfora del lugar feliz o de la
mejor vida- que la humanidad ha
perseguido desde sus orígenes: el Paraíso en todas las culturas. Nos acogemos a
esa idea que afirma que el primer acto civilizado de la Historia, fue el
momento en el que un ser humano cuidó de otro. El derecho a la vida no es un
maniqueísmo cultural, es aquel acto natural que nace del cuidado a otro –existe
como principio de empatía hacia el dolor ajeno y responde como acto de bien
común. Por tanto, ¿si la protección de esa vida germinal es primordial, por qué
su salvaguarda y potenciación en su desarrollo –la de todos en dignidad- no es
un derecho innegociable?
Explicado
el derecho de una vida digna y su proyección al bienestar de todos, al bien
común, volvamos al tema que nos atañe:
¿Qué revindica el 1 de Mayo?
El 1 de Mayo
Hace 130
años que conmemoramos la lucha por los derechos de los trabajadores en España
(el 1 de mayo de 1890 se convoca la primera jornada de lucha pública), los
derechos a la vida digna, al empleo digno, de los y las trabajadoras, de los y
las asalariadas, en honda referencia hacia la identidad de los explotados, y
anteriormente de los esclavos.
El
origen de esta conmemoración está en los ocho anarquistas condenados en Chicago,
cinco fueron ahorcados y dos condenados a cadena perpetua, tras los
acontecimientos de abril 1886, la huelga y manifestación por el derecho a las 8
horas que La ley de Ingersoll del 25 de
julio de 1886 había otorgado a los trabajadores y que no se cumplió por
parte de los patrones en aquellas trágicas jornadas. La represión, durísima,
tuvo como consecuencia el asesinato de muchos obreros y la muerte de dos
policías. Este último hecho fue el que llevó a las autoridades a ajusticiar con
la máxima pena a los responsables, según ellos, de los hechos. Semejante injusticia frente al derecho
conquistado de la jornada laboral de las 8 horas, muestra la enorme dificultad
que la vida digna ha tenido, y tiene, para consolidarse como derecho en la
Historia de la humanidad. Esta es una de ellas, la que conmemoramos, pero los
sufrimientos son incontables, y a día de hoy constantes. Conmemoramos también en
este día el derecho al descanso… a la
pereza, como afirmaría Paul Lafarge en su ensayo El derecho a la pereza, editado en 1883. Aquella idea primitiva de
las ocho horas de trabajo, las ocho horas de ocio y las ocho de descanso. El
descubrimiento del concepto de plusvalía
(o plusvalor), idea central junto al de mercancía
en el primer tomo de El Capital de
Karl Marx. Definía el valor que el trabajador asalariado crea por encima del
valor de su fuerza de trabajo en el modo de producción capitalista, generando
la acumulación capitalista. Un asunto que hoy se sustenta de forma primordial y
sangrante en el beneficio constante, como extraordinaria plusvalía, que las
empresas exprimen del conocimiento humano. ¿Cómo es posible que estemos
permitiendo que los beneficios del conocimiento humano sean mercadeados y
privatizados, además en nuestra contra? ¿Cómo es posible que estemos
permitiendo que los avances de la tecnología, que precisamente salen de ese
conocimiento humano común, puesto en red y en valor, se esté utilizando en
contra de los intereses de la mayoría, y esté sirviendo para desvalorizar el
trabajo, en lugar usar los enormes beneficios de ese conocimiento para
favorecer que haya mayor reparto de las riquezas que proporciona?
El
derecho a unas condiciones dignas del trabajo, tanto en épocas pasadas, como
hoy en día, suponían y siguen suponiendo reivindicar reparto a través del
salario directo y del salario social, que se provee con mejores condiciones de
vida a través de los servicios públicos y de los cuidados para todos del
Estados del Bienestar.
La
lucha por tanto no ha acabado, se perpetua y el día que conmemoramos siempre
será un día para recordar el porqué de una forma de vida, que como Hegel
definió en el pasaje de la dialéctica del
amo y del esclavo en la obra Fenomenología
del espíritu (1807) viene desde el momento en donde lucharon dos hombres
por el liderazgo del clan, uno que no tuvo miedo a la muerte, el aristoi (aristócrata o noble) y el otro
que sí, al proteger la vida –un acto mucho más humano-, que acabó siendo el
esclavo. Sin embargo tras el desarrollo de la Historia, el segundo creo la
cultura, al trabajar los medios y amoldarlos con su trabajo generando pautas
vitales comunes y beneficiarias al conjunto, mientras que el primero vivía en
su ociosidad y competencia. Esa es la Historia, el
1 de Mayo es el símbolo de muchas luchas, pero con una simbología enorme, es la fiesta que tiene
mayor contenido de lo humano que se celebra en todo el Planeta.
El 1 de
Mayo nunca ha sido un día más, pero hoy se hace incluso mucho más relevante, en
el confinamiento por COVID-19.
Desde
casa conmemoraremos, la razón por la que miles de trabajadores y trabajadoras mantenemos
presente la idea de una imposición motivada por una forma de producción, que a
marchas forzadas nos plantea una nueva dinámica y relación. La Historia nos
vuelve a dar una nueva oportunidad, y el tiempo se hace relativo.
La idea
del trabajo se replantea y la idea de la comunidad se fortalece. Aquellas ocho
horas, aquellas reivindicaciones dignas que llevaron a cinco anarquistas al patíbulo,
nos pueden parecer hoy lejanas, pero su espíritu sigue latente… El derecho a la
vida digna, al tiempo de cada individuo, al trabajo digno, reconstituyente,
motivador, emancipador y no esclavo. En definitiva el derecho a poseer las
riendas de nuestra vida.
Para
terminar, igual convendría releer Eros y
la civilización (1955), libro en el que Herbert Macusse dispone una
sociedad donde la producción de bienes ya es completa y donde los ciudadanos ya
no necesitarían trabajar para poder vivir con dignidad,
sí trabajar o hacer, o producir desde el deseo o el gusto por su pasión.
Ya que los medios existen y están dispuestos, es sólo la acumulación
capitalista y el consumo a través de intercambio monetario (pobreza-abundancia)
la que perturba por su objetivo de beneficio para las entidades y propietarios
de los medios.
En
nuestro país se ha propuesto un ingreso mínimo vital para ayudar a las familias
a salir de esta nueva situación límite creada por los efectos de la pandemia. Los
acumuladores de capital deben contribuir al bienestar de los comunes con una
justicia tributaria que todavía está por escribir y definir en forma de
derechos.
Son
muchas las cuestiones que revindicar en este 1 de Mayo de 2020, pero es
indudable que el mundo está cambiando.
Comprobamos
como las ideas históricas de la izquierda de protección de lo común y de los
comunes continúan sirviendo de base para desarrollar un nuevo pacto social,
político, cultural y económico por la vida digna que no deje a nadie atrás.
Texto
firmado y redactado por:
Alberto
Moreno, Periodista y Carmen Barrios Corredera, Escritora y Fotoperiodista.
Foto: Carmen Barrios Corredera
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