“Empujones” que matan.
El
grito de las mujeres chilenas “El violador eres tú” está dando la vuelta al
mundo como un símbolo sonoro y sororo del hartazgo de las mujeres ante las
violencias y las barbaridades que soportamos sobre nuestros cuerpos y sobre
nuestras mentes. Es un grito acusador que pulveriza el patriarcado. Es un grito
que desestabiliza y resquebraja hasta los anillos de Saturno.
En
España tenemos sobradas razones para cantar esa canción de guerra a voz en
cuello en cualquier calle, en cualquier plaza, en cualquier ciudad.
Falta
poco para que finalice 2019, que está siendo un año trágico, cruel,
extremadamente cruel con nosotras la mujeres.
Se
contabilizan 99 mujeres asesinadas en casos de feminicidio, mujeres con nombres
y apellidos, seres humanos que han dejado de existir por el hecho de ser
mujeres. Para seguir sumando oprobio machista, en nuestro país se produce una
media de cuatro violaciones diarias –una cada cinco horas, se dice pronto- y
han aumentado las violaciones en manada, si en 2016 se produjeron 42, en 2019
ya van 63 agresiones múltiples.
¿Qué
significa esto? ¿Hasta dónde vamos a soportar las mujeres?
El
machismo y la violencia que genera mata y viola a las mujeres. Para erradicar
esa violencia hay que hacer un profundo trabajo de educación social en igualdad
a largo plazo.
A corto
plazo es imprescindible modificar la legislación actual y que en los cuerpos y
fuerzas de seguridad del Estado y en la judicatura sea obligatoria la formación
con perspectiva de género para policías, jueces y fiscales, para que nunca más
quede registrado por escrito en una sentencia judicial que una violación en
grupo se produjo en un ambiente de “jolgorio y regocijo”. O para que nunca más
tengamos que escuchar, por boca de un juez, que hay hombres que van a prisión
por un “empujón”.
Según
el Código Penal español, si a una mujer la drogan y la violan, se considera
abuso, y no violación, porque ella no ofreció resistencia. Se entiende que la mujer
se ha dejado hacer, y el Código no contempla en ningún caso el grado de extrema
vulnerabilidad de una mujer drogada o en estado de embriaguez como agravante.
Incomprensiblemente está considerado un atenuante. En las violaciones en manada
es habitual que se drogue a la víctima, porque bajo los efectos de un hipnótico
no puede oponer resistencia. Es un cuerpo a merced, un objeto para cumplir con
la satisfacción y los deseos de hombres sin escrúpulos a los que la Ley
protege.
Esto
fue lo que sucedió en el juicio de la manada, en el que de manera
incomprensible se despachó como abuso un siniestro, escandaloso y cruel caso de
violación en grupo a una mujer muy joven, que sentimos todas la mujeres de
España en carne propia. Esta sentencia significó un antes y un después. Algo se
nos rompió muy dentro a muchas de nosotras.
Lo
mismo sucede en múltiples casos de violación, en los que si una mujer se queda
simplemente paralizada por el terror físico que produce contemplar la cercanía
de la muerte en los ojos del agresor, que es lo más habitual, se considera abuso
y no violación. Si una mujer logra defenderse, y tiene la suerte de alcanzar un
objeto contundente y malherir o matar al agresor, será juzgada por asesinato si
el muere. Caerá todo el peso de la Ley sobre ella, porque usar un objeto para
defenderse está catalogado en el Código como arma y conlleva agravante. Así es
que las posibilidades de las mujeres ante la Ley son muy reducidas, con las
propias manos desnudas es muy difícil que una mujer se zafe de un violador, y
no digamos de cuatro o cinco.
Además
de esta desigualdad ante la Ley, y del trato “amable” que proporciona a los
varones, en ocasiones hay que escuchar que salgan por la boca de algún juez
palabras que degradan a las mujeres, al poner en cuestión las denuncias que se
realizan, y que justifican discursos de odio hacia las mujeres feministas de
sectores fascistas verde estridente que naturalizan el machismo y la desigualdad,
como la forma de relación más natural entre los hombres y las mujeres.
Los “empujones” del juez Diego Gómez-Reino
Una
penosa muestra de ello se produjo hace un par de semanas. El Ayuntamiento de
Palma celebró unas jornadas sobre violencia machista en las que se invitó al
Presidente de la Audiencia Provincial, Diego Gómez-Reino, que es la máxima
autoridad en la isla sobre los casos de asesinatos y violencia contra las
mujeres. Se despachó a gusto el señor juez. Cargó contra las feministas y la
izquierda, hablando de denuncias falsas y justificando los “empujones”
inherentes, según dijo, a las rupturas sentimentales (noticia aparecida en El
Plural el 4 de diciembre de 2019). Este señor acusó al movimiento feminista de
atacar a los jueces para conseguir sentencias más duras contra los agresores,
además de asegurar que el Código Penal no requiere ninguna modificación y de afirmar
que en su carrera ha comprobado como en dos ocasiones dos mujeres violadas
enviaron a prisión a dos hombres inocentes. En la sala estaba presente la
Concejala de Justicia Social, Feminismo y LGTBI del Ayuntamiento de Palma,
Sonia Vivas, que había invitado al juez a las jornadas, y le reconvino. Aseguró
ante el auditorio que es necesaria la formación de jueces y policías además de
la reforma del código penal, entre otras cosas para evitar escuchar de la boca
de un juez que se envía a prisión a hombres por un “empujón”.
Este
tipo de afirmaciones en la persona de un juez blanquean el discurso de
formaciones fascistas de color verde estridente que están en las instituciones
y que naturalizan el machismo, queriendo darle para atrás a la moviola. Desde formaciones políticas de este tipo, y
lamentablemente, desde algún juez que no mide su discurso público se justifica
el machismo y se proporciona alas a los agresores y violadores, a hombres que
se consideran superiores a las mujeres y que las ven como objetos a su servicio
sobre los que pueden ejercer la fuerza para doblegar a su voluntad. Total, son
unos “empujones”.
Basta
recordar, que según los datos del Consejo General del Poder Judicial, desde
2009 hasta hoy, se han producido un 0,01% de denuncias falsas. Solo un 0,01% de
1.222.172. Un dato demoledor que este señor juez y cualquier otro debe recordar
antes de empezar a hablar.
Los
“empujones” matan a las mujeres y las violan, señor juez. Las mujeres denuncian
-si sobreviven- porque son las víctimas. Y la Ley, los jueces y fiscales y los
miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado están para proteger a
las víctimas, no para juzgarlas.
Mientras
esto no se remedie las mujeres seguirán gritando, seguiremos gritando muy alto,
hasta romper con nuestros gritos los anillos de Saturno.
Las calles
gritan, repletas de mujeres, siguen gritando y continuarán gritando sin
descanso y a voz en cuello, el grito de guerra y hartazgo supremo que un 25 de
noviembre de 2019 lanzaron al mundo las mujeres chilenas: “El patriarcado es un
juez, que nos juzga por nacer, y nuestro castigo, es la violencia que ya ves/
Feminicidio, impunidad para el asesino, es la desaparición, es la violación/Y
la culpa no era mía, ni como andaba, no como vestía/ El violador eres tú/ El violador
eres tú/ Son los bancos/Son los jueces/ El Estado/ El Estado opresor es un
macho violador/El violador eres tú….”.
Articulo aparecido en Nueva Tribuna
Carmen
Barrios Corredera.
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