domingo, 20 de marzo de 2011

Hoy toca cuento

Pego un  cuentecito que es puro divertimento, para enfrentar la primavera con anímo lúdico-festivo. La foto que lo ilustra la recogí el domingo en El Rastro, ¿dónde si no?...qué lugar, cada vez me fascina más.

La ventana

Omar
Qué bien te encuentras. Llevas unos días en casa de tu novio y te sientes en la gloria. Sabes que es una situación transitoria, porque tu novio comparte el piso con su prima Celia desde hace un año y solo estarás aquí hasta que encuentres un piso propio. Todavía no teníais pensado convivir, y menos así, por una imposición de las circunstancias. Pero la convivencia entre los tres te está gustando. 


Te sientes atendido, dichoso, deseado. Tu novio está contento, te mima.


Y su prima…, su prima es... ¿cómo decirlo? Le brillan los ojos como la sal mojada, esos ojos felinos centelleantes que te penetran con la mirada. Al principio te sentías un poco incómodo. Casi intimidado. Ninguna mujer te había mirado nunca de esa manera. No puedes evitarlo, y además no lo comprendes, pero te hace hervir. Enseguida te diste cuenta que ella pronunciaba tu nombre acentuando la “O” de “Omar” para seguidamente cerrar bien los labios entorno a la “eme” arrastrándola un poco. “Ommar”. Cada vez que te nombra insinúa un beso en sus labios carnosos. O al menos eso te parece. Y ha comenzado a hacer mella en ti. Percibes con claridad el deseo en sus ojos, el anticipo de una caricia prolongada en sus manos cuando te pasa el pan en la mesa. Te preguntas si tu novio habrá advertido algo.


A Celia le gusta jugar. Hoy ha dado un paso más. A la hora de comer ha colocado su pie entre la cara interna de tus muslos entreabiertos mientras disfrutabais los tres de un exquisito plato de ragut de pavo. Casi se te ha caído el cubierto. Pero has aguantado el tipo separando un poco más las piernas. Deseabas notar en tu entrepierna la presión suave de su pie cálido sobre tu delicado pantalón de verano. No has dejado de mirar a tu novio y celebrar lo deliciosa que estaba la comida, cuando ardías por dentro. Celia sujeta el tenedor con los ojos entreabiertos y los labios mojados mientras continúa acariciándote por debajo de la mesa como si no ocurriera nada. ¡Qué situación! Te has asomado al borde del frenesí. Tu novio ha visto el rubor en tus mejillas,  y te ha dicho que te pones muy guapo cuando un chispazo de vino tinto te colorea la cara. ¿Habrá notado algo? No has tomado postre.


Llevas toda la tarde pensando en la hora de la cena. No es normal lo que te está pasando. Con lo que te gusta tu novio. Nunca te había interesado ninguna mujer y te sientes confuso. Pero ella está ahí, invocando el deseo con lascivia con cada gesto. Después de comer te ha ayudado a recoger y cuando fregabas los platos notabas la tibieza de sus manos acariciando con lentitud tus nalgas sin decir nada. Cuánto deseabas que te metiera la mano en el bolsillo derecho del pantalón y presionara tu sexo hasta hacerlo palpitar. Pero no lo ha hecho. Solo te ha susurrado algo al oído y te ha chupado el lóbulo de la oreja muy despacio. No has entendido lo que te decía. Estás impaciente. Necesitas que llegue la hora de la cena.


Te has puesto a preparar una ensalada variada y unas verduras a la parrilla con sal gorda y nueces picadas. También has ligado un mus de fresa con una ligera capa de chocolate y unos toques de canela, y lo tienes enfriando en la nevera.


Has oído la puerta. Es ella, se acerca a la cocina andando despacio. Se ha quitado los zapatos, porque sientes sus pisadas cerca, pero no escuchas ningún ruido. Ahora notas su presencia muy, muy cerca. 
Tu novio todavía no ha llegado pero debe estar a punto. El corazón bate contra tu pecho y se acelera tu ritmo cardiaco cuando su aliento muerde tu cuello. Te abandonas. Ya no puedes más, te vuelves y la sujetas del cabello con fuerza. Estás deseando probar sus labios, morder sus pezones, respirar la fragancia de su cuerpo. Mientras ella hace espirales con su lengua alrededor de tu ombligo has visto los ojos de tu novio clavados en los tuyos. 


Os ha pillado aquí, enmarañados sobre la mesa de la cocina. Su reacción te ha descolocado: ha sonreído mirando a su prima, se ha quitado la camisa y el pantalón muy despacio y se ha unido a vosotros. No sabes si quieres entender lo que está pasando. Lo único que atisbas a predecir es que será difícil que cambies de domicilio.




1 comentario:

  1. ¡Pero que bueno y actúal...!Tiene todos los ingredientes para ser bien recibido.Y bien mezclados.Unos cuantos así y un libro en los escaparates de las librerías.Enhorabuena.
    Un cordial saludo.

    ResponderEliminar