viernes, 11 de diciembre de 2015

Cinco años exigiendo Stop Desahucios




El derecho a una vivienda digna y adecuada está recogido en el artículo 47 de la Constitución española. Sin embargo, en España durante la crisis miles de personas han perdido su hogar, han sido desahuciadas de sus viviendas sin que los poderes públicos se inmutaran, hasta que nació un movimiento social que puso en la agenda política este asunto. Las Plataformas de Afectados por las Hipotecas llevan cinco años exigido que se paralicen los desahucios, la modificación de la ley hipotecaria española para que se acepte la ración en pago y la exigencia de que la vivienda sea un derecho blindado en la Constitución española.

Como me interesaba el tema realicé un reportaje que he publicado en la web www.radicaleslibres.es un espacio que hemos creado un grupo de amigos inquietos y preocupados por nuestro ecosistema político, social, económico y cultural.

Cinco anos exigiendo Stop Desahucios


Cinco años. Han pasado cinco años desde que en 2010 comenzara la campaña Stop Desahucios en Barcelona. Han pasado cinco años desde que el 3 de noviembre se consiguiera parar el primer desahucio. Fue en Bisbal del Penedés donde 30 miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Barcelona se congregaron delante de la casa de Lluís Martín, un mecánico en paro con un hijo de nueve años y con unos ingresos de 426 euros, que había dejado de pagar su hipoteca. Lo primero era comer. Lluís debía 100.000 euros a CatalunyaCaixa y ese día se consiguió parar indefinidamente su desahucio, en lo que se considera la primera victoria pública de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH).

La PAH había nacido en 2009 en Barcelona, recogiendo el testigo del movimiento “V” de Vivienda, que llevaba desde 2006 denunciando las dificultades de los jóvenes para acceder a una vivienda justo en unos momentos en los que parecía que se nadaba en la abundancia y solo unos cuantos economistas se atrevían a decir que se estaba gestando una burbuja inmobiliaria de difícil pronóstico, si llegaba a estallar. Y estalló. La burbuja se pinchó un año después, en 2007, cuando el mercado americano alumbró un engendro que rápidamente contagió a Europa y se cebó en España, donde la economía tenía una dependencia espectacular del mercado inmobiliario y del sector de la construcción.

A partir de 2008 comenzó en España la era de la devaluación vital: paro, precariedad, desahucios, crisis, desigualdad, pobreza…se convirtieron en vocablos habituales en cualquier conversación. Ni el Gobierno del PSOE (que cerró su legislatura en 2011 con una reforma laboral que apuntaba maneras y una reforma del artículo 135 de la Constitución, pactada con el PP de un día apara otro, que en la práctica ha situado los intereses de los bancos por encima de los derechos de las personas) ni el del Partido Popular, que comenzó la suya con políticas de recortes sociales y económicos y de derechos, aplicando una nueva reforma laboral que dejó las manos libres al empresariado español para despedir barato y contratar precario, continuando así cuatro años de legislatura que está a punto de terminar, ninguno de estos dos partidos ha enfrentado la crisis poniéndose del lado de las personas.

Todo lo contrario. La gestión de este periodo de crisis arroja un saldo que tiene carácter de ajuste de postguerra. Cinco millones de parados, un porcentaje creciente y desproporcionado de contratos precarios y cientos de miles de familias que han perdido su hogar. Según las estadísticas del consejo General del Poder Judicial entre 2008 y el primer trimestre de 2015 se han iniciado en España 598.747 procesos de ejecución hipotecaria. En esta cifra no se especifica si son viviendas habituales o locales comerciales. Pero según los datos del Banco de España entre 2012 y 2014 se produjeron 97.577 lanzamientos. Esto quiere decir que unas 100.000 familias se han quedado sin casa en ese periodo. Detrás de estas cifras hay personas. Gentes que lo han perdido todo, el trabajo, el techo sobre la cabeza y algunos hasta la vida, porque no hay que olvidar que los procesos de desahucio han concluido en algunos casos en suicidio.

La PAH y la lucha contra la adversidad
La Plataforma de Afectados por la Hipoteca creada en Barcelona se fue extendiendo poco a poco por todo el territorio español, porque agruparse y ayudarse mutuamente es una buena forma de recuperar la autoestima y de luchar contra la adversidad. Estas plataformas consiguieron poner en la agenda política el problema de la vivienda y de los desahucios gracias al lanzamiento en 2010 de la Iniciativa Legislativa Popular para conseguir la dación en pago. Recogieron más de un millón cuatrocientas mil firmas que entregaron en el Congreso de los diputados obligando al Gobierno del Partido Popular a ceder y a tramitar la iniciativa en febrero de 2013. Es cuando Ada Colau compareció en la Comisión de Economía del Congreso de los Diputados y describió ante toda España una realidad de emergencia social en la que miles de David se enfrentan a diario al Goliat de la banca, para exigir su derecho a vivienda y mantener su casa. Colau, hoy alcaldesa de Barcelona, llegó a llamar criminales a los bancos en esa comparecencia.

Tras cinco años de luchas por el derecho a la vivienda, hoy todavía miles de familias en toda España continúan peleando con los bancos para que no les echen de sus domicilios sin apenas apoyos institucionales.

Las políticas de austeridad aplicadas por el Gobierno del PP durante estos cuatro años de legislatura han tenido sus repercusiones negativas en las políticas públicas de vivienda, que han pasado a ser casi inexistentes. Según el Informe “Derechos desalojados. El derecho a la vivienda y los desalojos hipotecarios en España”, publicado en junio de 2015 por Amnistía Internacional, España es el país de Europa en el que la vivienda social es más exigua, representa tan solo el 1%, frente al 32% de Países Bajos, el 23% de Austria, el 18% de Reino Unido o el 17% de Francia. El Informe de Amnistía Internacional relata que la mayoría de los desahucios que se han producido durante estos años de crisis han sido de viviendas adquiridas durante el periodo de expansión económica anterior. La situación en España se ha complicado mucho porque, según el informe, “las autoridades españolas no han habilitado mecanismos jurídicos que permitan defender ante los tribunales el derecho a la vivienda de las personas afectadas por desalojos hipotecarios”. Es decir, que el Estado no ha establecido ninguna fórmula o institución de arbitraje que vigile la negociación entre los bancos y las familias, haciendo del desahucio la única opción posible, con el agravante de que la legislación española tiene una dureza extra: en el procedimiento de ejecución hipotecaria en España además de perder la vivienda, el desahuciado permanece con la deuda a la que hay que sumar los intereses de demora y las costas del procedimiento.

Las únicas ayudas con las que han contado las personas pendientes de desahucio han venido de organizaciones como la PAH y otras ONGs y de familiares. Pero no todo es negativo.

Nuevos gobiernos municipales: ¿luz al final del túnel?
Desde las pasadas elecciones municipales y autonómicas algo ha comenzado a moverse en algunos Ayuntamientos en los que triunfaron las candidaturas de confluencia y unidad popular, como Madrid, Barcelona, Cádiz, Zaragoza o A Coruña. Estos nuevos gobiernos municipales son más sensibles a las demandas de los ciudadanos y llevaban en sus programas iniciativas sociales para ayudar a solucionar el problema de la vivienda, entre otros muchos.

Por ejemplo, en el caso de Madrid en 2014 hubo 7.966 lanzamientos, casi 8.000 familias se quedaron sin casa. Una cifra que puede ser parecida en 2015, según los datos del Consejo General del Poder Judicial.

La nueva corporación municipal de Manuela Carmena lleva casi cinco meses de gobierno municipal y en ese periodo ha paralizado totalmente los desahucios de los pisos que son propiedad municipal. Según explica Marta Higueras, primera teniente de Alcalde y Concejala de Equidad, Derechos Sociales y Empleo: “Cuando tomó posesión la corporación actual de Ahora Madrid, había 70 demandas de lanzamiento iniciadas por el grupo municipal de Ana Botella. La corporación de Manuela Carmena las paralizó. Se han cambiado los contratos en los casos en los que no pueden pagar y se han mantenido los alquileres sociales. La actual EMVS (Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo) no va a lanzar a nadie por falta de pago. Y por supuesto esas 2.086 viviendas de titularidad pública seguirán siendo un patrimonio de todos los madrileños”. Pero parece que poco se podrá hacer con 1.860 pisos que ya vendió Botella los a los fondos buitre. Esos pisos ya no son de titularidad pública y cuando expiren los contratos los nuevos dueños pueden subir los alquileres hasta la cifra que quieran. Según declara Higueras, el Ayuntamiento está estudiando todos esos contratos por si encuentra un resquicio legal que permita revertir esa situación, aunque ella misma asegura que es complicado, pero que en todo caso se atenderá a las familias que lo necesiten y se les ofrecerá otra vivienda.

Como demandaba Amnistía Internacional en su Informe, el Ayuntamiento de Madrid ha dado un paso en la buena dirección, ha creado una Oficina de Intermediación Hipotecaria para ayudar a negociar con los bancos a las personas que no pueden pagar su hipoteca y encontrar una solución que no sea el desahucio. Marta Higueras explica que la Oficina ya ha atendido 504 casos desde mediados de julio, cuando se creó, y que “han ido a mediación 193, de los que ya están resueltos 44 casos, en los que se ha podido renegociar la deuda con al entidad financiera y esas personas han conseguido condiciones más aliviadas que les permiten continuar pagando su hipoteca”. La concejala considera que de los 193 casos iniciados se podrán resolver casi todos.

Desde esta oficina se aspira a que se renegocien las condiciones y se fijen en una nueva escritura, para que las soluciones sean legales y definitivas, que esas personas conserven su hogar.
Ella advierte que es necesario que las personas en dificultades acudan a la Oficina “en el mismo instante en que se den cuanta de que no pueden pagar, porque una vez que el proceso judicial está en marcha y una familia está pendiente de lanzamiento es mucho más difícil todo, ya que la familia ha dejado de ser propietaria de su casa. En el momento en el que se deja de pagar la hipoteca y el banco inicia un procedimiento judicial la casa pasa a ser del banco. En estos casos es muy difícil llegar a un acuerdo, porque muchas veces el banco ya ha vendido la casa y aunque se consiga un alquiler social puede que tenga que ser en otra vivienda que el banco facilite” asegura.

Mientras tanto, en el municipio de Madrid las Plataformas de Afectados por las Hipotecas continúan también con su labor de información y apoyo a las personas, llevando acciones, en ocasiones complementarias y en otras paralelas, a las del Ayuntamiento. Las PAH están en contacto con los servicio sociales de los distritos, que son los encargados de facilitar informes oficiales sobre la situación de las personas para aportar en las negociaciones con los bancos.

Este movimiento vecinal está muy estructurado y en distritos muy azotados por la crisis como el de Vallecas continúan reuniéndose cada lunes para hacer una bienvenida a los nuevos afectados que se acercan y cada miércoles para planificar en asamblea los pasos a seguir. En estas asambleas se pueden llagar a juntar unas cincuenta personas o más cada miércoles, dispuestas a darse apoyo mutuo y a continuar con la presión sobre bancos que han sido rescatados con el dinero de todos y que tienen muchas familias pendientes de desahucio y pisos vacíos. Las acciones de presión que efectúan son ocupaciones de sucursales para protestar, mientras se negocia con la entidad la paralización de desahucios y también las ocupaciones “sociales” de inmuebles vacíos de pisos construidos y sin vender para que las entidades los cedan en alquileres sociales. Además, desde estas asociaciones activistas y abogados apoyan a las familias en proceso de desahucio, dándoles cobertura legal y acompañándoles en sus negociaciones con los bancos.

He podido comprobar que a las asambleas de la PAH de Vallecas acuden una gran mayoría de mujeres, en muchos casos con niños pequeños, que se encuentran en una situación desesperada, sin empleo o con empleos muy precarios. Allí he conocido el caso de Raquel, con dos hijas ya adolescentes, cuya vivienda está a punto de ser subastada y que lo único que persigue ya es que el banco acepte la dación en pago. Ella se quedó en paro y dejó de pagar, ahora ya ha encontrado un trabajo, muy precario, pero con el que podría pagar un pequeño alquiler y dar de comer a sus hijas, algo imposible si además de perder la casa continua teniendo que pagar la deuda más los interese a la entidad financiera que ya ha sacado su casa a subasta. También he conocido el caso de Giovanna, que tiene dos niñas pequeñas, una de ellas todavía bebé, que trabaja limpiando pisos y que está pendiente de desahucio; y el caso de Jesús que también esta pendiente de desahucio, pero que ya no puede aguantar más y ha decidido abandonar, aunque las personas de la asamblea le dicen que le apoyan y que aguante, pero él no puede, dice que el banco le agobia, que la situación le supera y que se va a casa de un familiar, que abandona la lucha, que ya no puede más…
El problema de la vivienda en Madrid, igual que en Barcelona, o el resto de ciudades con ayuntamientos unidos por el bien común, sigue siendo complicado y va a tardar en solucionarse. La buena noticia es que los nuevos Ayuntamientos están abiertos a escuchar a las organizaciones vecinales y a los ciudadanos. Tienen la voluntad de poner todos los recursos legales a su alcance para ir solucionando los problemas y no dejar a nadie en la calle.

Las Plataformas de Afectados por las Hipotecas continúan con su labor social, que es inmensa porque han devuelto la dignidad a muchas personas que suelen acudir a pedir ayuda devastadas, con complejo de culpa o con vergüenza y tras su paso por allí salen como activistas, entendiendo lo que les pasa, lo que significa una clausula suelo (que es ilegal según la legislación europea), o lo que significa tener intereses de demora, o cómo se las gasta la Ley hipotecaria española (calificada de encontrarse fuera de la legalidad europea por el tribunal de Luxemburgo en una sentencia de 2013) y por supuesto salen sabiendo que la vivienda es un derecho exigible ante un tribunal, porque el artículo 47 de la Constitución española dice textualmente que “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos”.

Cuesta comprender que cada día siga habiendo personas con riesgo de perder su casa cuando se sabe que según último Censo de Población y Vivienda (que es de 2011, no hay nuevos datos, porque este Gobierno ha paralizado las encuestas públicas en asuntos muy sensibles) hay casi tres millones y medio de casas vacías en España (casi el 30% de todas las que hay en Europa). También se sabe que la SAREB (o banco malo es una sociedad anónima de gestión de activos transferidos por las entidades bancarias nacionalizadas y en proceso de reestructuración) posee unas 80.000 casas procedentes de entidades financieras, y que esta entidad rescatada con dinero público es titular de viviendas ocupadas por personas que actualmente se defienden de un desahucio.

Como demandan tanto Amnistía Internacional como otras ONGs el Gobierno debería modificar el mandato de la SAREB y promover el uso de esas viviendas, para asegurar el acceso a las mismas de un mayor número de personas.

Pero esta es una exigencia que parece que tendrá que afrontar el próximo Gobierno que salga de las urnas el 20 de diciembre próximo, porque hasta ahora se ha dado la callada por respuesta.


Carmen Barrios

domingo, 8 de noviembre de 2015

7N FEMINISTA CONTRA LAS VIOLENCIAS MACHISTAS






Cibeles se reivindica y se viste de violeta para protestar contra las violencias machistas

La diosa Cibeles se vistió de violeta para protestar contra las violencias machistas el día 6 de noviembre de 2015. Cibeles se colocó sus mejores galas para acompañar a una multitud al día siguiente, el 7 de noviembre, una fecha que quedará rotulada como histórica en el calendario de las luchas feministas en España: cerca de 300.000 personas (según las organizaciones convocantes) –mayoritariamente mujeres- de todas las edades, y venidas de muchos puntos de la geografía española (se desplazaron unas 21.000 en trenes y autobuses) se manifestaron en las calles de Madrid para decir un NO radical a las violencias machistas.

Esta primera marcha estatal contra las violencias machistas lleva gestándose desde hace casi un año, cuando la coordinadora feminista de valencia parió la idea en una de sus habituales reuniones. Desde entonces, enero de 2015, organizaciones feministas de toda España han trabajado duro para conseguir que en la ciudad de Madrid se escuchen las voces firmes de las mujeres reclamando el fin de las violencias machistas. 


La convocatoria del 7NFeminista, porque “Nos queremos vivas”, ha sido un éxito de movilización sin parangón en la historia del feminismo en España. Un éxito para visibilizar un clamor social que pone en el tejado de la política -de los partidos que concurren a las elecciones, de los activistas políticos y del Gobierno que salga de las inminentes elecciones del 20 de diciembre, así como de toda la sociedad- una pelota rellena de exigencias políticas y sociales para frenar las violencias, las que se producen en todos los órdenes de la vida las mujeres, tanto las pequeñas violencias cotidianas como las grandes violencias criminales.

El feminicidio es la manifestación extrema de las desigualdades entre los hombres y las mujeres. Las  violencias que sufren las mujeres son alentadas por la cultura machista y patriarcal, que tenemos adherida a la epidermis social como un parásito. La cultura machista y patriarcal es una garrapata que nos chupa la sangre y nos impide prosperar como sociedad. Sin igualdad, tanto entre los géneros como entre las clases, las sociedades retroceden, entran en crisis.


 Esa cultura machista y patriarcal es la que alienta, por ejemplo, que se minusvalore salarialmente a las mujeres, provocando que continúe aumentando la desigualdad salarial –que es otra de las formas de violencia contra las mujeres- y que la diferencia entre lo que ganan los hombres y las mujeres haya superado los 500 euros en 2014. La distancia creció porque las ganancias de las mujeres bajaron (3,5 euros menos al mes) hasta situarse en 1.618,1 euros mensuales (de media), mientras que la de los hombres aumentó (23,8 euros más), para fijarse en una media de 2.125 euros (según datos del INE).

Esa cultura machista y patriarcal es la que alienta que los cuerpos de las mujeres sean considerados mercancías que se pueden comprar y vender, en un insoportable mercado de trata de mujeres que mueve más de 32.000 millones de dólares al año en el mundo, sin duda otra de las formas más terribles de violencia. Y qué decir de la cultura visual, cine, publicidad, televisión, que maleduca diariamente abundando sin complejos en utilizar el cuerpo femenino como un mero objeto de adorno, cosificándolo, para vender cualquier cosa…

Por eso ha sido tan importante la manifestación del 7NFeminsita en Madrid. Porque ha permitido que el movimiento feminista saque músculo y muestre su rebeldía, que sea visible. Las organizaciones convocantes (más de 300) han tenido el acierto de que sean mujeres víctimas de violencia machista las que encabezaran la marcha. La manifestación fue emocionante desde el primer minuto, cuando Ángela González –una mujer cuya hija fue asesinada por su padre en un régimen de visitas- leyó el manifiesto de inicio de la marcha.

Esta marcha es también una protesta contra los recortes sistemáticos en los recursos públicos destinados a las políticas de igualdad de género protagonizado por el Gobierno del Partido Popular, que han afectado también a los derechos sexuales y reproductivos, así como recortes y retrocesos en la ley de interrupción voluntaria del embarazo de las menores de 16 y 17 años y en los presupuestos específicos para enfrentar la violencia machista.

Las violencias contra las mujeres se han recrudecido durante estos últimos años, en los que han seguido muriendo mujeres a manos se sus parejas o exparejas. En lo que llevamos de año se han cometido 70 feminicidos, que arrojan un saldo insoportable: 1378 mujeres victimas de terrorismo machista desde que en 1995 comenzara la estadística de la peor de las lacras que puede tener un país.

El 6 de noviembre la diosa Cibeles se reivindicó y se vistió de violeta para acompañarnos a partir del 7NFeminista en una lucha sin tregua contra las violencias machistas. Ella, la representación de la madre tierra en nuestro Madrid, que encarna la naturaleza salvaje simbolizada por los dos leones que tiran de su carro, se vistió de violeta para decir ¡Basta! ¡Ni una mujer asesinada más!



 *PD. Justo al terminar este texto he leído en un par de diarios digitales que podría haber tres nuevas víctimas de terrorismo machista, dos en Valencia y una en Córdoba, todas ellas asesinadas con un arma de fuego. Ayer viví un día reivindicativo de lucha feminista, un día luminoso y feliz en las calles de Madrid. Hoy vuelvo a sufrir por las víctimas. Tres mujeres asesinadas más, es insoportable, ¡¿hasta cuándo?!

miércoles, 7 de octubre de 2015

LA COMANECI QUE LLEVAMOS DENTRO

Salto desde dentro

Nadia Comaneci era una diosa del Olimpo de la gimnasia, una auténtica heroína, cuando yo era pequeña. Literalmente volaba sobre la barra fija, y no digamos en las paralelas o haciendo saltos mortales y piruetas imposibles sobre el suelo. Era asombrosa, perfecta. Era tan famosa como ahora puede serlo un jugador de fútbol de esos globales, como Messi o como lo fue Maradona. A las niñas de mi generación nos encantaba. Yo aprendí a hacer el pino y volteretas laterales solo para intentar emularla. Hasta que fui adulta nunca reparé en que había personas que solo las pueden hacer con la imaginación. 

Pego un cuento que habla de los deseos de integración de una niña -que yo he conocido de adulta- con una discapacidad que la impide andar, pero nunca le ha impedido desarrollarse o realizar lo que se haya propuesto y menos que nada luchar con energía para cambiar las cosas. Luci, así se llama ella, es una de las personas con más determinación y más alegría en los ojos que conozco. Este cuento es un homenaje a ella y a la Nadia Comaneci que todas llevamos dentro.

La fotografía que lo acompaña ya la publiqué en este blog, pero no he encontrado otra mejor para ilustrar esta historia. La imagen representa un salto mágico hacia un lugar muchas veces inalcanzable: nosotras mismas. Esta foto la tomé en la catedral de Lisboa mientras mi hija y la hija de mi pareja jugaban a dar saltos imposibles.  

Volar como Nadia Comaneci

Cuando era pequeña me volvía loca dar volteretas laterales sin parar. Quería ser como Nadia Comaneci sobre la barra fija, una mariposa etérea capaz de volar sobre las punta de los dedos. De todos los dedos, los de las manos y los de los pies, sobre todo los de los pies. El lugar en el que más me gustaba dar las volteretas era en el patio de la escuela, un espacio grande, que olía a cuerda, a goma de saltar, a arenilla y a bocadillo de chorizo. En el distribuidor central del edificio del colegio había una gran cristalera desde la que se veía todo el patio, yo me situaba frente a ella y desde allí mismo asomaba mi nariz y comenzaba a dar una voltereta tras otra sin cansarme.

Mientras revoloteaba dando mis espectaculares brincos, mis compañeras de la escuela jugaban a la comba o a saltar a la goma, tarareando canciones. Yo pasaba entre ellas ágil, como un aspa que gira sin tocar casi el suelo, lo hacía deprisa y con gracia, con la elegancia de una mariposa, batiendo mis alas como la Comaneci, pero ellas no me veían. No me veían. Nunca me veían.

Me entristecía que no me vieran. Además de mis saltos acrobáticos era capaz de hacer otras cosas increíbles, tan increíbles como amaestrar grillos y ponerlos a cantar a media mañana para anunciar las doce. Pero si nadie más lo presenciaba, ¿qué sentido podía tener que un grillo cantara fuera de su horario solo para mí? Ninguno. Así es que, solo me quedaba parar de dar vueltas y observar a mis compañeras disfrutar con sus juegos favoritos, a ver si alguna se percataba y me ofrecía el otro extremo de la cuerda de saltar. Pero no ocurría. No me invitaban y yo seguía sola, inmóvil sobre mis dos piernas pesadas en un extremo del patio mirándolas jugar, con mi grillo calladito en un bolsillo del babi y mis volteretas girando dentro de mi cabeza, mientras me comía el bocadillo de chorizo que me había hecho mi abuela.

En general, la escuela era para mi un lugar extraño. Por una parte me encantaba ir, porque nada más entrar por el portalón me inundaba una especie de extraña alegría. Miles de expectativas se abrían cada día. La amistad era la principal. Necesitaba el calor de las complicidades de la amistad, necesitaba reírme con niñas de mi edad y jugar y hacer planes. Necesitaba ser una niña como las demás.

Yo contaba con una sonrisa más luminosa que el mejor día de verano, una imaginación como la de Julio Verne, unos ojos negros chispeantes y una predisposición para la amistad a prueba del peor de los desencantos. Pero no era suficiente, porque mi cuerpo no encajaba con el aspecto común de los cuerpos de las otras niñas. Mi cuerpo no entendía de cánones.

Hasta el momento en el que entré en el colegio mi mejor amiga era mi abuela, que era la única persona incondicional que conocía. Ella siembre jugaba conmigo a los juegos más arriesgados, locos y estrafalarios. Como nuestro juego favorito para las interminables tardes de invierno: ver cuál de las dos aguantaba más con los mofletes llenos de polvorón sin estallar en una carcajada, que inundara la estancia de polvo de almendra y de manteca. Recuerdo que una vez mi abuela se llenó tanto los mofletes y se aguantó tanto, que cuando estalló salpicó de pasta de polvorón hasta el techo del salón y la lámpara de cristalitos quedó plagada de pegotillos de manteca. Mi madre enfureció al verlo y nos tuvo a mi abuela y a mí limpiando la lámpara hasta las doce de la noche. La dejamos reluciente. Esa noche no pude dormir debido a la excitación. Cuando cerraba los ojos veía los mofletes de mi abuela en primer plano, hinchados como dos zepelines a punto de reventar, y me entraba una risa incontenible y tenía que ir a hacer pis, con el trabajo que me costaba hacerlo a mi sola. Tuve tal trajín toda la noche, que al día siguiente me costó un esfuerzo sobrehumano ir al colegio. Mereció la pena.

Ese día llegué llena de ojeras a la escuela. Me parecía más que nunca a la gimnasta rumana que quería ser. Ojeras violáceas y profundas, la marca indeleble del esfuerzo, y una agilidad infernal para las volteretas laterales y los saltos mortales sobre la barra fija. Así éramos Nadia y yo, insuperables, pensaba para mis adentros.

El caso es que ese día ocurrió lago inesperado y mágico, por la simpleza con que se produjo, que me borró las ojeras y me sacó de las volteretas como si hubiera sido tocada por la barita de un hada benéfica, aunque las razones del hada estuvieran más guiadas por su propio egoísmo que por la beneficencia. Cuando me disponía a comerme mi bocadillo de chorizo, observando como cualquier otra mañana los juegos en el recreo, una niña se acercó a mi y me ofreció su extremo de la cuerda de saltar.

La niña se llamaba Gracia. Ella solo quería saltar, odiaba dar a la cuerda. Era práctica.  Se dio cuenta de que la deformidad de mis piernas me impedían saltar y correr, pero no dar a la comba o tararear canciones sin parar. Me convertí en el poste perfecto. Un puesto fijo. A partir de ese momento tuve un lugar permanente en los recreos, sujetando uno de los extremos de la cuerda, así las demás niñas solo tenían que turnarse una vez.

Encontré un sitio entre las otras niñas, un espacio para el juego, las risas y las canciones. Me integré. Eso sí, nunca abandoné mi pasión por las volteretas laterales y los saltos mortales sobre la barra fija de mi imaginación.
Más de cuarenta años después mi mayor deseo sigue siendo poder volar como Nadia Comaneci.

Carmen Barrios