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El derecho a la igualdad, que no se cumple
El movimiento feminista ha
planteado para el 8 de marzo movilizaciones con huelgas en todo el mundo, a las
que se han adherido numerosos países entre ellos España. Las consecuencias de
la crisis económica mundial y las políticas y tendencias desreguladoras del
neoliberalismo, que fueron causantes de la propia crisis, pero que se han seguido
aplicando, han afectado de forma especial a las mujeres en todos los órdenes de
la vida. En España también, con conocidos datos negativos referentes al empleo,
a los desarrollos sociales y a la degradación de la vida en general, ampliando
la brecha de las desigualdades y de las distintas formas de violencia que
sufrimos las mujeres.
El 8 de marzo está convocada
una masiva movilización que afecta a distintos órdenes: una huelga de empleo,
con cobertura de los sindicatos, una huelga ciudadana de consumo, una huelga de
cuidados y una huelga en la esfera de la educación.
Las mujeres siempre aportamos
nuestra parte a la sociedad, somos el 50%, pero a pesar de eso, la sociedad,
imbuida de estructuras patriarcales que persisten, nos desplaza, nos traiciona y
no cumple con nosotras. Por eso, seguimos reclamando derechos. Exigimos el
derecho a la igualdad, que son se cumple.
Siempre me ha parecido algo
curioso, que las dos revoluciones más impresionantes que han movido los
cimientos del poder hayan comenzado por un hartón y un ¡basta ya! de las
mujeres y que se cuente poco e incluso se silencie. ¿Por qué será?
La marcha sobre Versalles de
las mujeres francesas en octubre por la carestía del trigo, fue el aldabonazo
por el que comenzó la Revolución Francesa de 1789. La participación de las
mujeres fue tan importante, que una de ellas Olympe de Gouges, autora teatral y
activista revolucionaria, y precursora del feminismo político, llegó a redactar
la Declaración de Derechos de la Mujer y de la Ciudadana en 1791, para
reivindicar la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres, que la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano obvió. Olympe denunció
con su Declaración que las mujeres hicieron la revolución, pusieron su cuerpo,
sus manos, sus voces y sus energías, pero quedaron apartadas de ella, sin los
derechos por los que habían luchado codo con codo con los varones y eso era
injusto y desigual. Su osadía fue castigada con la guillotina y Olympe perdío
la cabeza. Años más tarde, en 1830, y como tributo a los levantamientos
revolucionarios de julio en París contra el Rey Carlos X, que suprimió el
parlamento y restringió las libertades, Eugène Delacroix pintó su impresionante
cuadro La Libertad guiando al Pueblo,
en el que una mujer fabulosa -la Libertad- guía al pueblo y ha quedado en
nuestra retina como un símbolo indeleble de una revolución en marcha. Gracias
Eugène.
De igual forma, en 1917 las
mujeres volvieron a ser protagonistas históricas de un cambio legendario. La
marcha de las mujeres trabajadoras del textil de Petrogrado (actual San
Petersburgo, en aquél momento capital de Rusia) dio paso a la Revolución rusa.
Un 23 de febrero de 1917 (calendario juliano) iniciaron una huelga y salieron a
protestar de forma espontánea para conmemorar el día de la mujer trabajadora (ya
que era 8 de marzo para el resto de países, por el calendario gregoriano) con el
lema “pan para nuestros hijos”.
Las trabajadoras del textil
iniciaron esa huelga solas. Ellas salieron a las calles para protestar y se les
fueron uniendo otras mujeres, como las esposas de los soldados enviados al
frente que reclamaban su vuelta y el fin de la guerra. Al día siguiente, 24 de
febrero (9 de marzo para el resto) continuó la huelga y varió el lema por un
contundente “¡Abajo el Zar!” y fue prendiendo una huelga general de grandes
magnitudes. Hay que decir que el 50% de los trabajadores de la ciudad de
Petrogrado eran mujeres y tuvieron una fuerza que el poder no supo medir. Al
octavo día de huelga cayó el Zar, y se puso fin a una monarquía de siglos. Aleksandra
Kolontái, líder feminista de la época lo resumió en una frase: "El Día de las Mujeres obreras del 8 de marzo de 1917
se volvió una fecha memorable en la historia. Ese día las mujeres rusas
levantaron la antorcha de la revolución proletaria".
El 1 de diciembre de 1955, una mujer, Rosa Parks, se
negó a cederle el sitio a un hombre blanco en el autobús y pasar a la parte
trasera del mismo, lugar reservado para las personas negras en los Estados
segregacionistas del Sur de los EEUU. Parks fue a la cárcel por su desobediencia,
pero su gesto prendió la mecha de las luchas por los derechos civiles en
Estados Unidos y hoy es recordada y honrada. En 1999 recibió la Medalla de Oro
del Congreso de su país.
En la primavera de 1962 hubo en España una huelga en
la minería asturiana bautizada para la Historia como La Huelgona. Fue la primera vez que el movimiento obrero en nuestro
país le ganó una batalla al Estado franquista desde el final de la Guerra
Civil. Aquella Huelgona en la que los
mineros reclamaban justicia, derechos laborales y subidas salariales fue
duramente reprimida. La Huelgona comenzó
en la cuenca de Mieres en el pozo San Nicolás (La Nicolasa) debido al despido de siete de ellos. Los mineros se
encerraron en señal de protesta y comenzaron una huelga en abril que se fue extendiendo
por todas las cuencas asturianas y contagió a 27 provincias españolas. Duró
hasta el mes de junio y tuvo tanta repercusión que en Francia y en Bélgica los
mineros de esos países pararon en solidaridad con los españoles. La Huelgona aguantó a pesar de la
represión. Y la principal razón fue porque las mujeres de los mineros se
movilizaron con ellos y organizaron la huelga por fuera de las cuencas y se
ocuparon de dar voz a la huelga y de buscar la solidaridad de fuera y de dentro
de nuestro país. Ellas también sufrieron una represión atroz, hubo detenciones,
palizas, rapados de cabeza y exposición pública, como en la posguerra, pero
ellas no cedieron tampoco y la huelga traspasó fronteras. Y triunfó. La huelga
aguantó y triunfó. Supuso un antes y un después para el régimen franquista.
A mediados de los años sesenta nació el Movimiento
Democrático de Mujeres en España, embrión del movimiento feminista. Esta
organización supo dotar de sentido político a las reivindicaciones sociales que
afectaban a las mujeres. En los años setenta este movimiento se entramó con las
asociaciones de amas de casa, consiguiendo organizar un potente movimiento
vecinal. Las mujeres españolas protagonizaron día sí y día también protestas
por la subida del pan y de los productos básicos, con paradas y protestas en
los mercados y en las calles y plazas de los barrios de la periferia de las
ciudades, que pusieron en evidencia a un régimen franquista agonizante, cruel e
inepto, que no sabía atajar la crisis económica. Ellas crearon y dieron vida a
un movimiento vecinal importante, que junto con el movimiento obrero consiguió
desarrollar esa presión necesaria para que las cosas cambiaran. Se las recuerda
poco, pero han quedado para la historia un puñado de mujeres entre las que
destacan, Rosa Pardo, Dulcinea Bellido, Mercedes Comabella, Natalia Joga,
Josefina Samper, Enriqueta Bañón o Rosalía Sender entre muchas de ellas.
Las mujeres en la actualidad seguimos en las luchas
exigiendo lo mismo: el derecho a la igualdad que no se cumple.
La sociedad está en deuda con nosotras, las mujeres.
Porque siempre que ha habido que arrimar el hombro para dar un golpe histórico
encima de la mesa hemos estado ahí. Pero la parte masculina de nuestra sociedad
no quiere recocer nuestro valor, el valor de lo femenino.
La diferencia entre el valor de
lo femenino y el de lo masculino parte del propio uso del idioma, en el que el
genérico casi siempre tiene rostro masculino, y se extiende a todas las facetas
de la vida, incluido el mundo del trabajo, que no deja de ser un síntoma
doloroso de las desigualdades entre los hombres y las mujeres, que se dan en
sociedades patriarcales como la que habitamos. La desigualdad que sufrimos
tiene su expresión más dura y brutal en la violencia y los asesinatos machistas
Algunos datos de la desigualdad
Los datos de la desigualdad pesan
sobre nosotras como una losa. Pero esa losa también en una carga que lastra el
desarrollo social en su conjunto.
En España la diferencia entre
el salario que perciben los hombres y el que cobran las mujeres asciende al 30%
según la Secretaría de la Mujer de CCOO. En su informe titulado El peaje de la discriminación, publicado
en 2017, se afirma que la ganancia media anual de las mujeres se sitúa en
19.744 euros, mientras que la de los hombres está en 25.727 euros. Esto
significa que los hombres ganan casi 6.000 euros más que las mujeres.
Es un dato demoledor. Esta
situación de desigualdad salarial es un abuso que se perpetúa en el tiempo y
que es fruto de una legislación que lo permite. La brecha salarial no quiere
decir que las empresas ofrezcan sueldos base diferentes por sexo. Donde se
genera la brecha salarial es cuando en un empleo, con las mismas
responsabilidades, no se retribuyen de igual forma, por ejemplo premiando unas
categorías u ocupaciones por encima de otras. Los complementos salariales en
muchos casos favorecen a los hombres porque están masculinizados. Por ejemplo,
CCOO ha detectado que se suelen pagar pluses de peligrosidad por manejo de
maquinaria, pero sin embargo no se hacen por el uso de productos químicos que
se dan en profesiones feminizadas como la limpieza, las retribuciones en
función de la antigüedad y las horas extra suelen favorecer a los varones. Según
los cálculos de UGT la brecha de las horas extraordinarias se eleva al 78,88%,
la diferencia en complementos salariales llega al 30,44% y en pagas
extraordinarias escala hasta el 36%.
Las desigualdades de género en
el ámbito laboral, se han visto muy favorecidas por legislaciones del mercado
de trabajo sucesivas que ha ido mermando las capacidades de negociación
colectiva en las empresas, dejando a los empresarios la sartén de la
negociación en sus manos. Y van más allá del salario. Sin convenios colectivos
es muy complicado implantar planes de igualdad en las empresas. La degradación
de los empleos y la precariedad, los bajos salarios y los abusos en los puestos
de trabajo están haciendo que muchas ocupaciones se conviertan en penosas, por
excesos de carga de trabajo, jornadas excesivas y hasta extenuantes en empleos
totalmente desregulados.
Los “ajustes” de la crisis han
convertido a las mujeres en un ejército de trabajadoras baratas y precarias (el
72% de los empleos a jornada parcial en España están ocupados por mujeres según
el INE). Según un informe de los Técnicos de Hacienda, en la escala más baja de
salarios es donde se concentra mayor número de mujeres, casi 3,2 millones de
trabajadores no llegan al salario mínimo. Por eso están siendo ellas las que
han comenzado a plantar cara a la precariedad y a los abusos con huelgas que
han triunfado, como la huelga de las trabajadoras de Inditex en Galicia; o el
caso de las camareras de piso, reunidas en torno al colectivo conocido como las
Kellys, que públicamente denunciaron
abusos en contratos, con tarifas de 1,50 euros por habitación limpia y jornadas
extenuantes con contratos por horas, días o semanas; o la última y reciente
huelga de las teleoperadoras empleadas en una contrata que da servicio a la
Comunidad de Madrid y que sufrían explotación descarada, bajos salarios y
jornadas abusivas. Estas protestas han servido en parte para que se conozcan
las condiciones de abuso y también de penosidad que se están dando en
demasiados empleos, sobre todo del sector servicios. Otra de las luchas que
siguen en pie gracias, en parte importante, a la implicación de las mujeres es
el pulso que los trabajadores de Coca Cola de la fábrica de Fuenlabrada están
manteniendo con la marca. Ellas, las Espartanas
de CocaCola en lucha están protagonizando un movimiento de protesta continua y
mediática que está trascendiendo fronteras. Se han convertido en un símbolo de
todas las luchas justas por el empleo digno.
Las desigualdades son un suma y
sigue, que hace que sean las mujeres las que de forma mayoritaria se sigan
ocupando del trabajo doméstico y de cuidados, trabajen o no. Ellas destinan
26,5 horas a la semana a cuidar hijos o familiares, tareas domésticas y
colaboraciones sin sueldo en ONG, frente a las 14 horas que dedican los
varones, según el INE (El país, 13 de
febrero de 2018).
Llegar a puestos de
responsabilidad y toma de decisiones, donde se pagan los salarios más altos
también está vetado a las mujeres. Solo una de cada cinco trabajadores con
sueldos de 140.000 euros es mujer.
Una vez que finaliza el periodo
laboral continúan las desigualdades. La diferencia entre las pensiones de
jubilación alcanzó el 37% en 2016, según datos de UGT. Mientras la pensión
media entre los hombres es de 1.220,65 euros, en el caso de las mujeres no
llega a los 800 euros, se queda en 768,54
Esta realidad de la desigualdad
perpetua entre los hombres y las mujeres proporciona argumentos y razones
fundadas para celebrar un 8 de Marzo de 2018 reivindicativo. La expresión de
una huelga masiva en el empleo, en los cuidados, en el consumo y en la educación
es un grito social por el derecho a la igualdad y contra todos los maltratos y
violencias que sufrimos las mujeres.
Carmen Barrios Corredera
*Este texto está publicado en las páginas de Tribuna del número 280 de la revista Temas para el debate, aparecido en marzo de 2018.
Enhorabuena!
ResponderEliminarMuchas gracias Carmen por incluirnoa a las Espartanas. Que bien escribes hija. Si organizo un acto en leganemos a lo mejor para mayo, en el que vengan periodistas y escritoras(tú) directoras y guionistas para hablarnos de su trayectoria y su trabajo....vendrias? Un beso guapi
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