El trabajo se está devaluando en Europa rápidamente. Derechos que han costado conseguir años y años de luchas obreras, se están perdiendo con celeridad en una Europa que pretende competir en la economía global degradando el empleo, precarizando los contratos y abaratando salarios y despidos.
El cuento que pego a continuación es un relato sobre condiciones de trabajo brutales y sobre todo lo que hemos perdido, lo que hemos retrocedido en derechos laborales y bienestar de vida. Está siendo tan brutal el retroceso, tan rápido y tan bien montado mediáticamente, que están consiguiendo que lo que teníamos parezca una utopía inalcanzable. Pretenden conseguir que abandonemos y que desterremos la palabra utopía de nuestro imaginario.
Tengo que decir, que este relato es una ficción completamente real. Es más, se me ocurrió tras leer un artículo de denuncia aparecido en Le Monde Diplomatique de noviembre de 2013 sobre cómo se trabaja en cierta fábrica -perteneciente a una multinacional estadounidense de la venta on-line muy conocida- instalada en el norte de Alemania, en ese país que publicita el "éxito" de su economía y a menudo se obvia la degradación que también está sufriendo allí el empleo también.
La fotografía que acompaña el relato la realicé hace un par de años en la calle de la Cabeza de Madrid. Un grupo de artistas urbanos crearon este cartel tan sugerente, en el que se ve al gran Hitchcock portando una leyenda bien elocuente.
Tanto el cuento como la fotografía han sido publicados también en le web de información www.nuevatribuna.es en la sección de cultura.
“EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES”
La imagen de un Unicornio Azul ha aparecido pegada en algunas columnas de la fábrica, o pendiendo de los estantes donde se colocan miles de productos preparados para la venta. Este hecho, supone el inicio de un desafío de protesta que traspasa los límites de lo imaginable, dentro de la gran fábrica de la Comarca del Norte. Un edificio enorme de ocho plantas con forma de paralelepípedo, en cuya puerta de entrada puede leerse sobre el dintel un eslogan que dice: “El trabajo os hará libres”. La poderosa fábrica ocupa una extensión equivalente a trece campos de fútbol, donde acuden a trabajar diariamente miles de personas divididas en las categorías de “recepcionadores”, “almacenadores” y “recolectores”.
La imagen del
Unicornio Azul va acompañada de la letra de una antigua canción, que dice así: “Mi unicornio azul ayer se
me perdió/ pastando lo dejé y desapareció./ Mi
unicornio azul/ ayer se me perdió,/
no sé si se me fue,/
no sé si extravió,/
y
yo no tengo más/
que un unicornio azul,/
si alguien sabe de él,
/le ruego
información…”. Una canción prohibida por el dueño de la compañía,
el todopoderoso Kliver Dolan, más conocido como Kliv “Amazonia”, y que está considerado
el Emperador de la venta on-line.
Kliv
“Amazonia” tiene la costumbre de comenzar la gran campaña de la Fiesta de las Ventas
de Navidad con un discurso sobre las bondades del trabajo duro, y sobre la
extensa y afortunada familia que forman todos los empleados de la fábrica, de
quienes él se considera un abnegado padre y benefactor. Cada año, el discurso es
transmitido por la megafonía de la fábrica, mientras los empleados trabajan a
destajo sin perder un segundo. Cuando finaliza, se emite música heavy metal muy
estridente, que se repite durante cada jornada del periodo navideño,
enloqueciendo a los empleados, que se comportan como cobayas adiestradas en un
experimento de laboratorio. Los expertos del departamento de investigación aseguran
que esta música imprime un ritmo más acelerado al trabajo e impide la
comunicación entre los empleados, de manera que se puede llegar a doblar la
producción durante el periodo de la gran Fiesta de las Ventas.
Además, en
las instalaciones de la super fábrica de la Comarca del Norte no hay
calefacción durante el invierno, porque así los empleados se mueven con mayor
celeridad. Los expertos del departamento de investigación han calculado que se logra
la máxima productividad cuando cada individuo del batallón de “recolectores” alcanza
a recorrer, durante su turno de trabajo, 25 kilómetros por los pasillos, moviéndose a toda mecha y sin descanso de un estante a otro.
La Campaña de Navidad comienza
precisamente hoy. Los encargados de la fábrica -que se distinguen por su
uniforme negro marcial, acompañado de un silbato dorado y relucientes botas
altas de cuero con el símbolo de la compañía impreso en la hebilla- están muy
nerviosos y se afanan en quitar lo más deprisa posible las imágenes del
Unicornio Azul de las columnas y de los estantes, para intentar que la mayoría
de los trabajadores no llegue a enterarse de que el grupo del Unicornio ha
iniciado una protesta, y se pueda emitir el discurso navideño de Kliv
“Amazonia”, con la solemnidad que necesitan los actos que dan inicio a la gran Fiesta de las Ventas. Pero todo parece indicar que han llegado tarde.
Pero algo se
rompió, algo cambió. El sistema dejó de funcionar hace un año, el día en que
una de las “recolectoras” de la segunda planta se sintió mal, pidió ayuda
reiterada porque tenía intensas palpitaciones en el pecho y nadie la escuchó. Murió
de un infarto en medio del pasillo sin ser atendida y sin que ninguna persona le
prestara ayuda por miedo a ser despedida. La mujer, que era de las más antiguas
de la plantilla, acababa de cumplir cuarenta y cinco años y había sido
denunciada, acusada de lentitud en el trabajo, un par de días antes, por un
compañero de la división de los “almacenadores”, que rápidamente pasó a formar
parte del cuerpo de encargados.
A la mañana
siguiente de su muerte, amaneció un día de fractura en la gran fábrica de la Comarca
del Norte. Ese día, el símbolo del Unicornio Azul apareció por primera vez pintado
en el muro de la fachada Este a un lado y a otro de la puerta de entrada. A
partir de este momento, el grupo del Unicornio Azul no ha dejado de actuar, y
sus acciones han ido proporcionando esperanza a los trabajadores de la Compañía.
Los empleados, antes muy dóciles, fueron cambiando de actitud. Algunos incluso comenzaron
a atreverse a tararear la música de la canción prohibida cuando se acercaba
algún encargado, y lo más extraño es que nadie más volvió a ser denunciado por
deslealtad, ni por falta de profesionalidad, por ninguno de sus compañeros. Fue
imposible saber quién había pintado el Unicornio Azul en la fachada Este de la
fábrica, y una extraña tela de solidaridad se fue tejiendo poco a poco como un
manto caliente, que actúa como escudo protector ante el despotismo de los
encargados.
Hoy, el día
del inicio de la gran Fiesta de las Ventas Navideñas, el símbolo del Unicornio
Azul ha conseguido traspasar las fronteras de la puerta de entrada y muchos han
podido contemplarlo en las columnas y pendiendo de los estantes, antes de que
los encargados lo pudieran arrancar. La gran legión de almacenadores,
recepcionadores y recolectores están preparados en sus puestos, todos tienen
una extraña expresión en sus rostros. Por primera vez, parecen contentos.
Cuando da comienzo el discurso de Kliv “Amazonia” cada empleado alza la voz en
un grito sordo y acompasado. Cantan hasta desgañitarse la canción del Unicornio
Azul, ahogando las palabras del discurso del Emperador de la venta on-line en
un océano de versos, que reclaman la posibilidad cierta de recuperar la utopía
con las manos. Los empleados abandonan sus puestos de trabajo mientras cantan
“Mi unicornio azul ayer se me perdió/ pastando lo dejé….
”.
Fuera de la fábrica todavía no ha despuntado el Sol, que se adivina
muy tibio, pero ahí está, preparado en su lugar de astro imponente, listo para
salir, aunque se obstinen en sujetarlo por los tobillos las brumas del frío
invierno incipiente.
Carmen
Barrios
Hola,
ResponderEliminareste cuento anima recuperar la utopía y a no dejarse vencer, gracias, Violeta