El título de esta entrada no es mío. "El factor humano" es el título de una de las novelas de espías que más me han gustado, obra del maestro Graham Greene.
Lo he elegido porque, desde mi punto de vista, el factor humano puede resumir muchos de los acontecimientos recientes que están sucediendo en el mundo. Me refiero a hechos relacionados con las difusiones masivas de informaciones sensibles que afectan a la "seguridad" de los Estados y de los poderosos, como son los casos de las filtraciones de informaciones que hizo el soldado Manning y que se difundieron a través de Wikileaks, las revelaciones sobre evasores de impuestos y corrupción que hemos conocido gracias al ingeniero de sistemas Hervé Falciani, y lo más reciente: el tremendo asunto de los espionajes masivos que hemos conocido gracias al ex empleado de CIA y de la NSA Edward Snowden.
El cuento que pego a continuación está inspirado en uno de estos casos y es un homenaje a estas personas, que arriesgan su vida para que los demás conozcamos lo que hay debajo. Afortunadamente lo que Greene llamaba "el factor humano" sigue intacto y no se puede controlar.
La fotografía que acompaña el cuento está realizada en una callejuela del barrio gótico de Barcelona, y le va asombrosamente bien a este texto. Entre el artista callejero que realizó esta intervención y yo ha habido una conexión inesperada y magnífica.
Tanto el cuento como la fotografía están publicados también en la web de información www.nuevatribuna.es
EL HOMBRE DE LA FOTOGRAFÍA
El hombre de la fotografía tiene aspecto de estudiante en tránsito. Mira el mundo a través de unas gafas corrientes, de esas cuadraditas que utilizan las personas que están leyendo continuamente. Su rostro ha atravesado las puertas de las casas de todos los habitantes del planeta gracias a las pantallas de televisión y a las páginas de los periódicos, haciéndose tan conocido y reconocible que todo el mundo sabe cómo se llama y lo que ha hecho.
No se puede
decir que su cara sea especial, de esas que se recuerdan al primer golpe de
vista. No. Sus facciones son bastante corrientes, de hecho si estuviera rodeado
de gente no llamaría la atención, pasaría desapercibido como un tomate vulgar
dentro de un cesto lleno de tomates vulgares. Seguramente, su aspecto corriente
ayudó mucho a que le contrataran en el lugar del que se ha despedido.
Cuando
se despidió de su trabajo dejó se ser como un tomate más del cesto, no por el
hecho de despedirse, sino por las razones que le empujaron a ello. Sus razones
dieron la vuelta al mundo en pocos minutos y los medios de comunicación hicieron
del hombre de la fotografía una rareza de la especie, capaz de ser reconocido
por cualquiera. Lo más paradójico es que se había entrenado durante años para
ser invisible. Y lo había conseguido. Tenía dos identidades, la suya y otra
identidad oculta encriptada dentro de un código secreto, tan secreto que su nombre
era una clave de acceso: S-164265216. Pero algo comenzó a ir mal, tan mal que
obligó al hombre de la fotografía a contar una parte de lo que sabe y
difundirlo a los cuatro vientos.
La parte
que contó ha llenado de inquietud a los mandatarios de su país, un país enorme,
no solo por su tamaño, que lo tiene, sino por el miedo que infunde a los otros
países, tanto si son sus aliados como si no lo son. Los mandatarios de los demás
países también están inquietos, eso sí por distintas razones. Muchos ciudadanos
del Planeta han reaccionado con indignación, porque de repente se han dado
cuenta de que el Gran Hermano de Orwell ha dejado de ser una distopía de la
noche a la mañana y se ha convertido en una radiografía de la realidad.
Lo que difundió
a los cuatro vientos el hombre de la fotografía es que su país, ese gran país
que en las películas de marcianos se identifica con el Planeta entero, espía a
todo el mundo: a los aliados, a los enemigos, a los ciudadanos corrientes, a
los que no lo son, a los delincuentes, a los terroristas, a los que no son
delincuentes ni terroristas, a los menores de edad, a los mayores, a los
ancianos, a los empleados, a los que están desempleados, a los que consumen, a
los que beben, a los que fuman, a los que aman, a los que no…en fin, se han dado cuenta de que
se espía hasta a los gatos gracias a los avances de la tecnología y a la
colaboración inestimable de las empresas que se dedican a la comunicación.
También se ha sabido que los aliados ayudan a espiar a ese gran país y además
se espían entre ellos y son espiados a su vez, en una especie de locura
planetaria de ojos y oídos que todo lo ven y todo lo escuchan. El hombre de la
fotografía ha explicado que se guarda en enormes archivos informáticos hasta los
pálpitos de los corazones de todos los habitantes de la Tierra.
S-164265216
sabía todas las cosas que ha decidido difundir a los cuatro vientos porque era
una de las piezas del engranaje, formaba parte de los miles de trabajadores de
los servicios de inteligencia de ese gran país. Su trabajo consistía en
examinar todos los pálpitos para detectar las arritmias y lo que es peor, las
posibles taquicardias.
Un día
se dio cuenta que examinar todos esos pálpitos le estaba produciendo un nudo
enorme en sus principios y decidió contar una parte de lo que sabe, porque él no
podía vivir con ese barullo, permanentemente haciendo lo contrario de lo que
dicta su conciencia.
Su
identidad saltó a la fama y tuvo que darse a la fuga con toda celeridad, porque
los mandatarios de su país le acusaron de traición a la patria y dictaron una
orden internacional de busca y captura inmediata. Su rostro de estudiante en tránsito
ocupó la escena mundial, igual que las fotografías de los malhechores de las
películas de vaqueros aparecían pegadas hasta en la corteza del último árbol
seco del desierto más perdido de Nuevo México, ocupando cada hueco disponible.
El
hombre de la fotografía no es el primer caso de disidencia que sucede, desde el
inicio de los tiempos muchos como él han sido capaces de poner al límite del
abismo al poder de turno, porque los mandatarios, por mucho que se esfuercen, nunca
han podido controlar el factor humano.
Los
mandatarios tienen miedo, por eso se han esforzado tanto en acorralar a S, que se
ha refugiado en una de esas salas de tránsito de los aeropuertos
internacionales y lleva allí más de un mes. Afortunadamente es un lugar seguro,
porque según una de las pocas normas que todos respetan esas salas son
inviolables, funcionan como si fueran nuevos templos sagrados en los que se
ponen a salvo las almas en tránsito.
El
hombre de la fotografía no está solo. Miles y miles de disidentes, con un nudo
enorme en sus principios, han decidido salir del cesto de los tomates y acudir
a las salas de tránsito de los aeropuertos internacionales para contar lo que
saben.
Los
mandatarios del mundo están acorralados.
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