Camino del valle |
Dejo un relato para las calurosas tardes de verano...la foto que lo acompaña es una especie de recorrido visual por los montes y los valles más hermosos que existen...los de nuestro propio cuerpo.
Jugo
de papaya
De la pantalla del móvil salían
cataratas de jugo de papaya. Manaban en forma de palabras que acariciaban el
cuerpo de ella, a veces con delicadeza, a veces con violencia. Brotaban en
cualquier lugar, sin previo aviso, y predisponían su cuerpo hacia una frontera
inexplorada del deseo que la transportaba a un lugar fuera del tiempo y el
espacio, a una piscina densa de fluidos en la que permanecer a flote solo con
el vaivén de las caricias.
Su estado de excitación variaba
con cada sustantivo, con cada adjetivo, con cada verbo…él sabía cómo manejar
las palabras, colocando una detrás de otra para azotar su culito hasta teñirlo
con una mancha encarnada difícil de disimular. O para erizar sus pezones
sonrosados hasta convertirlos en fresas a punto de reventar por efecto de la
succión.
Era un mago de las palabras. Tejía
metáforas que ella recibía como una red un poco líquida, sobre la que podía
tumbarse con la complacencia amable de que todo lo que la rodeaba era fruto de
la conjunción perfecta entre su propia mente y la habilidad para enriquecer el
lenguaje de su amante. Él tenía recursos para todo, artículos para pellizcar,
adverbios para penetrar, conjunciones para unir hasta la extenuación, hasta
romper cualquier puerta de entrada, provocando en ella una excitación tal, que
sus pechos se encendían como dos antorchas llameantes, que iluminaban la
estancia con un clamor rojo propio de ese tipo de lugares bañados por el toque
virtuoso de la lujuria.
Las palabras que ella adoraba
más eran las que manaban sin freno como jugo de papaya, derramándose por su
cuerpo hasta avivar más las llamas de sus pechos, desencadenando un volcán en
erupción en el pozo carmesí de su sexo. Palabras como boca, chorrear, fluido,
explorar, culebrilla, meter, plátano, fresa, líquido, pis, jugar, comer, mirar,
flujo, lengua, semen…conseguían provocar en ella una inundación en toda regla,
que sabía a melaza dulce en el vaso de sus labios y que él libaba con ansia,
sin desperdiciar una sola gota, como una mariposa dotada de dos lenguas
infinitas.
*Este relato también se puede leer en la sección de cultura de www.nuevatribuna.es
Carmen Barrios Corredera, 27 de julio de 2018
A Hot tale for hottest nights 😏😘
ResponderEliminarjajajaja...los juegos de palabras ayudan...
EliminarDelicioso y concupiscente. Y bien escrito
ResponderEliminarUn placer leerlo
Gracias!!! Sí, la concupiscencia de las palabras...
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