martes, 18 de junio de 2013

“Plantamos palabras vivas”, pero las quieren segar

Ojos rasgados








“Plantamos palabras vivas”, pero las quieren segar.  

“Ni una palabra/brotará de mis labios/ que no sea/ verdad. / Ni una sílaba/ que no sea/ necesaria. (…) Planté palabras vivas. / Ni una sola/ sometí…  Estos versos de Blas de Otero encajan en lo que durante casi veinte años ha estado haciendo la revista Temas para el debate, una publicación mensual de pensamiento político en el ámbito de la izquierda en la que se ha intentado siempre “plantar palabras vivas, sin someterlas”,  para contribuir al necesario debate de las ideas abiertas.

El Partido Popular quiere segar las palabras, terminar con el pensamiento crítico, como demuestran sus pasos a medida que avanza la legislatura. La Secretaría de Estado de Cultura, que dirige el señor Lassalle se ha convertido en un ariete ideológico de la derecha más rancia. Además de todos los retrocesos que se están produciendo en el ámbito de la Educación, el sector de la Cultura no deja de sufrir agresiones y recortes presupuestarios siempre en la misma dirección, la de silenciar la voz del pensamiento crítico.

La revista Temas para el debate  se acaba de convertir en una nueva víctima de las políticas antidemiocráticas de dicho ministerio: Temas ha sido totalmente excluida de las ayudas a la edición y a las suscripciones que tenía desde 1996.

Un poco de historia
En este punto es necesario detenerse para hacer un poco de historia. Prácticamente durante todo el ciclo de la Transición, el Ministerio de Cultura ha mantenido un programa de ayudas a las revistas culturales y de pensamiento, sin tener en cuenta el ámbito político al que pertenecieran ni su línea ideológica. Las ayudas se concedían tras participar en un concurso público en el que un grupo de expertos independientes y de prestigio nombrados por el Ministerio decidían a qué publicaciones se le concedían en virtud de una serie de parámetros de calidad, interés y relevancia. Temas optó con éxito a las ayudas desde 1996, manteniéndolas sin problemas hasta el concurso de 2013, en el que ha sido totalmente excluida de forma arbitraria y sin justificación alguna.

Ya el año pasado sufrió un grave recorte en la ayuda (cercano al 30%). Pero, desde Temas se encajó como razones presupuestarias debidas a la crisis. Pero lo que ha sucedido en 2013, con su exclusión total de las ayudas, es una agresión que raya la injusticia antidemocrática más flagrante. Y digo esto porque a la Revista Temas se le ha retirado la ayuda baremando con puntuación superior a algunas publicaciones que sí la han seguido percibiendo.
A esto hay que añadir una serie de irregularidades en todo en proceso de concurso que van desde la propia composición del grupo de “expertos” -que han formado la comisión de evaluación- hasta posibles errores detectados en la adjudicación de los puntos que han hecho que Temas puntúe muy por debajo de lo que debería, de acuerdo a los propios parámetros establecidos por el Ministerio.  

Un hecho sin precedentes
Pero hay un hecho que es realmente grave. La revista Temas, con José Félix Tezanos como Director de la  publicación a la cabeza, se ha dirigido al señor Lassalle, Secretario de Estado de Cultura, para intentar recabar algunas informaciones necesarias que aclaren lo sucedido para poder presentar un recurso o una reclamación a la que la publicación tiene derecho, y se ha encontrado con un muro de negaciones. Desde la Secretaría de Estado se ha informado a Temas de que no harán rectificaciones, “ni aunque hubieran existido errores materiales o de cómputo” ya que la Comisión ha asignado todos los fondos posibles en la convocatoria, sin que se haya guardado ningún remanente -como es habitual en este tipo de concursos, precisamente por si hay reclamaciones y se tienen que atender-.  Este hecho, conculca gravemente el derecho de los ciudadanos y/o las entidades afectadas a poder ser atendidas en sus recursos. La negación a la posibilidad de atender un recurso es un hecho sin precedentes, que causa total indefensión ante posibles irregularidades en las que pueda incurrir una Administración.

La actitud cerrada y errónea de la Secretaría de Estado de Cultura lleva a pensar que ha actuado así por motivos ideológicos, porque no tiene explicación que haya habido errores de cómputo y que a pesar de tener puntuación superior a otras publicaciones, a Temas se le nieguen.

Para más inri, hay otro hecho que corrobora esta tesis: si se consultan los datos públicos sobre las adjudicaciones de las ayudas de este año, es muy sospechoso que además de Temas se hayan quedado sin ayuda publicaciones como “Gaceta Sindical” (revista del sindicato CCOO), “El cronista del Estado Social y Democrático de Derecho”, “Raíces” (revista de cultura judía), una revista vinculada a SOS-Racismo, otra dedicada a la difusión de la cultura gitana, etc. Es decir todo un repertorio que afecta a espacios sociales a los que la derecha ultramontana, que parece dirigir el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, parece querer callar también, en un ejercicio de terminar con lo diferente, impidiendo la difusión de otras formas de pensamiento. Sin embargo, sí se han mantenido a las ayudas a publicaciones con una línea ideológica compatible con las expectativas de los dirigentes ministeriales actuales, como son la “Revista de Occidente” con 19.901,35 euros (en la que el propio Secretario de Estado señor Lassalle ha participado publicando artículos con asiduidad), “Nueva Revista” con 10. 505,02 euros o “Cuadernos de Pensamiento Político” con 12.298,59 euros (publicación vincula a FAES).

La revista Temas es una publicación con una trayectoria impecable en la defensa de la democracia de calidad y participativa, de los valores de solidaridad, libertad e igualdad que ayudan a avanzar a las sociedades. Su plataforma está abierta al debate de las ideas críticas, que puedan arrojar luz sobre los problemas políticos, sociales, económicos y culturales por los que atraviesa  nuestro país. Una publicación así es necesaria en tiempos como los actuales. 

Temas es un huerto fértil para “plantar palabras vivas”. La Secretaría de Estado de Cultura niega el agua para regar el huerto al que esta publicación tiene derecho. Desde Temas existe la determinación de continuar “plantando palabras vivas”, porque es necesario conjurar la vuelta a esa España negra de los años cincuenta del siglo pasado en la que Blas de Otero escribió estos versos y que parece estar en el adn de algunos dirigentes del Partido Popular.

Carmen Barrios

domingo, 9 de junio de 2013

Extraño cuento de domingo


El relato que pego a continuación es una historia extraña, un poco fantástica, que tiene que ver en parte con una experiencia familiar (por la parte de mi madre), ocurrida durante la guerra civil y la postguerra.  Lo que sucede en este cuento es naturalmente un poco exagerado, aunque se puede afirmar, que lo realmente desmesurado fue la represión tremenda sufrida por el pueblo de Madrid a partir de la entrada de los franquistas en la capital y el miedo perpetuo y constante que se instaló sobre sus habitantes a partir de ese momento. El miedo y la miseria -tanto la intelectual como la física- caminaron de la mano durante muchos años, acompañando a la falta de libertad, que acaso quedaba recluida al universo de los sueños.

La fotografía que acompaña al relato la realicé en una de esas calles de Madrid que fueron testigo de los sucesos de ese tiempo, algún artista urbano tuvo el acierto de colocar sobre una puerta vieja, que parece dispuesta para la eternidad, este retrato de una diva del cine mudo que con el deterioro propio del paso de los días se fue quedando ahí para siempre, como un tatuaje, sobre la piel de la puerta.

Tanto el cuento como la fotografía han sido publicados en la web de información www.nuevatribuna.es  en la sección de cultura.


Mirada desde un sueño

Fideos

Los fideos se amontonan sobre la mesa de la cocina y la desbordan. La máquina de hacer fideos trabaja a pleno rendimiento. A pesar de tener un tamaño un poco más grande que el de un molinillo de café, una cantidad ingente de engrudo entra por su depósito superior y los pequeños orificios cilíndricos, que forman su ojo frontal de acero, escupen millones de finos hilos como cabellos rubios de sirena, que caen formando una cascada interminable de condumio para sopa. Parece que la masa de fideos tiene vida propia y progresa en movimiento constante hasta cruzar la puerta de la cocina del viejo piso de Buenavista de la casa de mis tías.

Contemplar como avanzan todos esos fideos -que no dejan de multiplicarse como un maná inesperado que crece y crece y se expande con rumor crepitante llenando la cocina y el pasillo y que se disponen a alcanzar la puerta de la calle como un magma espeso y amarillo- me produce una sensación muy agobiante.

Desde el fondo del pasillo veo como se acerca hacia mí la masa brillante, que se ha convertido ya en una inundación en toda regla y amenaza con ahogarme. Abro con determinación la puerta de la calle para liberar el caudal de fideos, mediante una ruta de alivio, y compruebo satisfecha que la escalera de la finca cumple a la perfección ese cometido.

A los pocos instantes escucho voces que provienen del fondo de la escalera. Las vecinas del bloque gritan jubilosas y dan gracias al cielo por la cantidad ingente de fideos que mana de la casa de mis tías, como si de una fuente mágica e inagotable de suministros se tratara. Miro por la ventana que da a la pequeña plaza del barrio viejo y veo una fila interminable de personas que acuden al portal con una fuente, con un balde o con cualquier otro recipiente con capacidad suficiente para llenarlo de la mayor cantidad de fideos posibles. Esa visión me despeja la presión y me permite sacudirme el agobio. Me entran ganas de gritar a los cuatro vientos que ya nadie va a pasar hambre en Madrid nunca más.

Como si una tijera cortara la cinta de una película por la parte más dulce, con la agilidad de un zarpazo de gato un golpe seco me ha sacado en un segundo cruel de lo mejor de mi sueño. Los gritos de la funcionaria de la prisión me han borrado en un instante la estampa de mis vecinas con sus cazuelas repletas de fideos, y me han hecho situarme, con el desvelo instalado en el pecho, en mi realidad negra de encarcelada.

Mientras la funcionaria me empuja por el pasillo, no dejo de pensar en mi sueño y en la máquina de hacer fideos. Gracias a ella mis tías y yo sobrevivimos en los peores días de escasez que provocó el asedio que las tropas rebeldes nos infligían a los habitantes de la capital. La máquina se hizo tan popular en la plaza del barrio viejo, que por la casa de mis tías desfilaban cada día muchas vecinas que venían a fabricar sus propios fideos con cualquier sobra que fuera susceptible de transformarse en sustento para la sopa. Un poco de arroz, pan duro o incluso mondas de patatas cocidas, cualquier cosa valía para distraer el hambre y calmar el estómago por un rato.

A los pocos días de entrar en Madrid las tropas de los alzados, alguien nos denunció, nos incautaron la máquina de hacer fideos y nos llevaron a la cárcel de mujeres de las Ventas. A las penalidades de la derrota se han sumado la humillación, la desconfianza hacia las vecinas de toda la vida y el miedo, que pesan en mi ánimo y en el de mis tías como las gruesas cadenas de forja que sujetan a los barcos mercantes firmes al muelle.

Mientras camino tras la funcionaria vestida con el atuendo inconfundible de las sección femenina de Falange por el largo pasillo, que lleva hasta el lugar en el que me van a juzgar -todavía no sé de qué delito me acusan-, me pregunto ¿dónde estará la máquina?, ¿qué habrá sido de ella? A lo mejor está también recluida, presa en algún almacén lleno de objetos personales incautados a los vencidos. Es posible que en este momento esté vomitando sin parar toneladas y toneladas de finos hilos de fideos como cabellos rubios de sirena, para ahogar la miseria de todos los que sufren esta derrota sin pan, sin libertad y sin esperanza.

Carmen Barrios